Detrás del presidente de la
Generalitat y de su actual giro hacia el independentismo hay una historia no
contada de vida personal y política que explica algunas de las decisiones que
ha tomado en los últimos meses.
Héroe
o villano. Ángel o demonio. Líder o iluminado. Hay opiniones para todos los
gustos. Depende de quien hable, el presidente catalán, Artur Mas, despierta
sentimientos contradictorios. En las últimas semanas se ha convertido en la
diana de la actualidad política al erigirse en el hombre que se ha empeñado en
crear un Estado propio en Cataluña. A Artur Mas le pasó como a Saulo, que tras
caerse del caballo se cambió el nombre por el de Pablo y se convirtió al
cristianismo. La historia del político catalán, no obstante, le gana en etapas:
al caerse del primer caballo, se afilió a Convergència Democràtica de Catalunya
a comienzos de los noventa; al caerse del segundo, se cambió el nombre de
Arturo por Artur en el 2000; y al caerse del tercero, liquidó el pragmatismo
del que había hecho gala durante dos décadas y abrazó la fe independentista,
convencido de que esa es la única solución para que su partido siga siendo
hegemónico en Cataluña.
Ese
convencimiento es el que le ha llevado a plantear un órdago al Gobierno de
Mariano Rajoy al reclamar para Cataluña estructuras de Estado cuyo primer paso
es la creación de una Hacienda catalana independiente de Madrid, “quiera o no
quiera el Gobierno central”. El segundo paso es reclamar el derecho a decidir
y, si cabe, plantear un referéndum independentista, a pesar de que las leyes
solo prevén esta posibilidad con el permiso del Gobierno de Madrid. Un desafío
que ha hecho saltar incluso a algunos militares, que ven con recelo los cantos
de sirena independentistas que llegan desde el este del Ebro. Artur Mas, en
realidad, siempre fue un tecnócrata y un pragmático. Cuando hace algo más de
una década fue escogido por Jordi Pujol para ser su sucesor nadie imaginaba el
cambio ideológico que iba a experimentar. Excesivamente tímido, su discurso
carecía de la pasión que imprimía a sus discursos su antecesor. Poco a poco,
fue puliendo su estilo. Durante años, visionó vídeos de Jordi Pujol y recibió
clases de comportamiento ante cámaras y micrófonos, aprendió las técnicas del
lenguaje gestual y corporal y finalmente se destapó como un orador eficaz y
convincente, con muchas poses copiadas de Pujol y con algunos tics propios.
Por recomendación.
El
hombre que ha puesto en jaque al Gobierno de Mariano Rajoy nació en enero de
1956 de una familia burguesa y católica, de misa dominical y veraneo en
Fornells (Menorca) y Vilassar de Mar. Por eso estudió en el Liceo Francés y en
Aula Escola Europea, para después licenciarse en Ciencias Económicas y
Empresariales. También cursó estudios de Derecho, pero abandonó a mitad de
carrera. El que con el tiempo sería presidente de la Generalitat no sintió
ninguna vocación política temprana, aunque su padre, bien conectado con los
círculos de Convergència, lo supo enchufar en el primer Gobierno de Jordi
Pujol: habló con su amigo Francesc Sanuy, consejero de Turismo con el que
coincidía de veraneo en Fornells, y puso a su hijo a trabajar para la
Administración en 1982.
Sanuy
confió en él y en dos años le nombró jefe del Servicio de Ferias, donde tuvo
ocasión de conocer a Marta Ferrusola, esposa del entonces presidente Jordi
Pujol. Por su labor en la consejería, también trabó amistad con el secretario
general de Presidencia, Lluís Prenafeta. Cuando en 1986 Sanuy dejó el cargo, el
nuevo consejero le ascendió a director general de Promoción Comercial, en
sustitución de Francesc Granell, que fue llamado por Ernest Lluch para formar
parte de la élite política española en la entonces Comunidad Económica Europea.
Y así, con 29 años, tuvo el honor de ser el director general más joven del
Gobierno autonómico en aquella época. ¡Y encima ni siquiera tenía el carné del
partido!
Ello
no fue óbice como para que Josep Maria Cullell, candidato a alcalde de
Barcelona, le incluyese en las listas municipales de la capital catalana con el
número 9, dejando su labor en el Gobierno. Pronto le encargaron la gestión del
área económica del grupo convergente y él, fiel a su estilo, bordó la
labor. Esforzado y cumplidor, tenía también una gran capacidad de trabajo y le
recuerdan como extraordinariamente serio y recto.
En
la política municipal estuvo nueve años. En 1991 se afilió al partido y en 1995
Pujol le llamó para ofrecerle el cargo de consejero de Política Territorial y
Obras Públicas, de donde los dos últimos titulares, Josep Maria Cullell y Jaume
Roma, habían tenido que salir tras sendos escándalos. No tuvo que esperar mucho
para ascender en el escalafón: en 1997 Macià Alavedra cesó como consejero de
Economía y Pujol pensó en él para sustituirle. A partir de ahí, su nombre
adquirió un peso específico. Tanto que en el año 2000 fue el elegido para ser
secretario general de Convergència. Por fin se había sentado a la derecha del
Padre. Y poco después se creaba el cargo de conseller en cap (consejero
jefe), por lo que pasó a ser una especie de jefe de Gobierno o primer ministro,
situándose por encima del resto de consejeros. La suerte estaba echada. Fue en
esa época cundo cambió su nombre de Arturo por el más catalán de Artur.
Los fracasos empresariales.
Esta
trayectoria es, aproximadamente, la que recoge su biografía oficial. Pero se
calla otros muchos datos, por los que pasa de puntillas. A finales de los 70,
el entonces recién licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales comenzó a
trabajar en el grupo Diplomat, del que formaba parte la compañía Magomo,
fundada por su abuelo y dedicada a la metalurgia y a la fabricación de
ascensores. Cuando la división de la que formaba parte se trasladó a Madrid,
dejó la compañía, que acabó envuelta en una grave crisis en el año 1979.
Tras
su paso por la Generalitat, volvió a probar en la empresa privada. Era concejal
en Barcelona y su actividad pública era compatible con trabajar en la empresa
privada. Fue entonces cuando lo reclutó Prenafeta, en 1987, para incorporarlo como
gerente de Vilassar Internacional, la sociedad holding del grupo peletero
Tipel. Él sería el encargado de diversificar la producción del grupo hacia
otros sectores. Estuvo hasta 1992 y la gestión fue un rotundo fracaso. Pocos
meses después de dejar la compañía peletera, esta presentó suspensión de pagos
con unas monumentales deudas de 8.400 millones de pesetas, cuando tres años
antes tenía beneficios de 850 millones. Él siempre dijo que su cometido se
circunscribía a Vilassar Internacional, pero en realidad el grupo se comportaba
como si fuese una sola empresa con varias divisiones.
El
diseño de la estrategia de Mas fue ciertamente muy ambicioso: Tipel y sus
representantes -en muchas ocasiones el propio Artur Mas- tomaron contacto con
el negocio inmobiliario a través de Inversiones C; en el sector del ocio, con
la entrada en la empresa explotadora del recinto del Pueblo Español de Montjuïc
y en otra del Port Vell de Barcelona; en el sector de la distribución, con la
asociación en la cadena Orangután; en el sector vinícola, con la entrada en una
empresa de cava; y en el sector asegurador, con la entrada en Iberia Seguros.
La
amistad con Prenafeta y con Macià Alavedra, su antecesor en Economía, perduró
en el tiempo. Tras destaparse el escándalo del caso Pretoria, en el que los dos
prohombres de CDC fueron detenidos por supuesto tráfico de influencias, se
descubrió que ambos mantenían contacto con la cúpula de CDC y, concretamente,
con Artur Mas, a quien Prenafeta concertó una cita con el empresario de máquinas
tragaperras Manuel Lao porque “quiere almorzar contigo porque quiere facilitar
cosas, ¿me explico?”. Prenafeta había acudido a Mas en otras ocasiones para que
le pusiera en contacto con políticos locales, ya que estaba haciendo negocios
en las comarcas barcelonesas. E incluso ambos mantuvieron alguna comida con el
empresario Lluís Casamitjana, propietario de la compañía Espais y también
detenido en la operación. De las conversaciones entre Prenafeta y Alavedra se
desprende que ambos estaban dolidos con José Montilla porque les había cerrado
las puertas de la Generalitat, pero esperaban que, si Mas era elegido, las
cosas iban a cambiar y tendrían más facilidades para hacer negocios. Al salir
en libertad provisional (tras abonar una fianza de un millón de euros),
Prenafeta llamó a Mas y le agradeció el apoyo que tanto él como el partido
habían dispensado a los implicados de Convergència en la trama.
Entre amigos.
En
Tipel, Artur Mas coincidió con otro joven economista también reclutado por
Prenafeta y al que había conocido años antes: Jordi Pujol Ferrusola, hijo del
entonces presidente de la Generalitat.
Una
fuente convergente explica a Tiempo que “hay una generación de hombres de
Convergència que han crecido políticamente juntos y que hicieron piña dentro de
Convergència. Los Pujol, Felip Puig y Artur Mas formaron el núcleo duro de ese
grupo, aunque sus posicionamientos en la actualidad estén más distanciados”. Y
tanto es así que, poco antes de las últimas elecciones autonómicas, Mas recibió
fuertes presiones para que las consejerías económicas no cayesen en manos
de ese grupo de incondicionales. El líder de CDC sucumbió finalmente a esos
consejos y ello estuvo a punto de costarle un serio disgusto político, porque
Felip Puig, que ambicionaba la Consejería de Política Territorial y Obras
Públicas o la presidencia del Puerto de Barcelona, amenazó con abandonar el
partido dando un portazo. De ahí que le ofreciese luego la Consejería de
Interior.
Pero
merced a sus relaciones hace veinte años no es de extrañar que luego, en 1993,
Mas aterrizase en otra empresa privada, La Seda de Barcelona, un cementerio
político donde Jordi Pujol colocó a algunos de sus pupilos. El presidente de La
Seda era entonces Rafael Español, gran amigo de los Pujol y, señalan fuentes
empresariales, muy bien visto por Marta Ferrusola. Es decir, con las mismas
características que el propio Artur Mas. La esposa de Pujol, a pesar de que no
se entrometía directamente en la labor de su marido, no se escondía a la hora
de mostrar sus preferencias. Y estas iban en consonancia con la valía y el
catalanismo de la persona en cuestión. Gran parte de los jóvenes valores que
apoyaba eran, además, amigos de sus hijos.
Su primera novia...
En
el terreno personal, su vida fue plácida. Aficionado a los deportes, cuando era
adolescente jugó de delantero en el Junior de Rubí, donde le colocaron el apodo
de Flecha negra por su velocidad. Pero también practicaba montañismo, pesca y,
más tarde, navegación. Montse Novell, en su libro Artur Mas. Biografía de un
delfín, relata que, tras acabar el servicio militar (hizo milicias, que acabó
el 31 de diciembre de 1979 en el cuartel del Bruc, en Barcelona), asistió a la
boda de un amigo y le sentaron en la misma mesa que una joven prima de la
novia, Helena Rakosnik. Los dos estaban solteros y sin compromiso. Hasta aquel
momento, Artur había tenido una novia formal, Margarita García-Valdecasas, hija
del exrector de la Universidad de Barcelona y hermana de la que, años más
tarde, sería delegada del Gobierno en Cataluña y ministra de Administraciones
Públicas con José María Aznar, Julia García-Valdecasas, ya fallecida. Si la
relación hubiese seguido adelante, probablemente la historia se hubiese escrito
diferente y el joven economista no se hubiese afiliado nunca a CDC.
El
encuentro con Elena Rakosnik, pues, fue crucial. Los dos jóvenes estuvieron
toda la noche hablando... de pesca, deporte que a los dos les fascinaba. De
hecho, en los 90, Artur Mas era un asiduo del Club Náutico de Platja d’Aro, a
donde acudía los fines de semana con su familia. “Le llamábamos el Posturitas,
por las poses de galán que hacía. En realidad, su físico era más de un artista
que de un político y él le sacaba partido”, explica a este semanario un
empresario con barco en Platja d’Aro. Paradójicamente, su esposa , a quien sus
amigas conocían como Marilén, se cambió el nombre de Helena por el más castizo
Elena y luego volvió a retomar el original. Ella también acabó afiliándose a
Convergència en 1996. Ya entonces trabajaba como maestra en la escuela que Transportes
Metropolitanos de Barcelona (TMB) tenía para los hijos de sus empleados. Cuando
desapareció la escuela, fue recolocada en el departamento de Presidencia, en la
gestión de marketing de la compañía.
El
matrimonio (que ha criado a tres hijos y vive discretamente en la céntrica
calle Tuset de Barcelona) tiene fieles amigos, casi todos de la órbita convergente.
Xavier Trias, alcalde de Barcelona, es uno de ellos. El senador Jordi Vilajoana
es otro. El exsenador Sixte Cambra, actual presidente del Puerto de Barcelona,
otro. El actual vicepresidente del FC Barcelona, Carles Vilarrubí, otro. Todos
llevan años veraneando en Fornells, donde además coincidían con un denostado
personaje: Fèlix Millet, el saqueador del Palau de la Música. Las
relaciones de Artur Mas y Millet, sin embargo, no eran estrechas (con quien
mantenía más lazos el mecenas era con Trias) e iban poco más allá de un saludo
y un eventual piscolabis.
… y la ascensión de su esposa.
A
nivel personal, sin embargo, hay dos episodios que, dicen en círculos
políticos, molestan profundamente al president de la Generalitat. Uno es la
implicación de su padre, Arturo Mas Barnet, muerto el mes de marzo pasado, en
un escándalo financiero: en 2008, la Agencia Tributaria descubrió que en los
años 90 había hecho un depósito de 500.000 euros en una cuenta del paraíso
fiscal de Liechtenstein. La información llegó a Hacienda gracias a un disquete
robado por un empleado del banco LGT. En 2010, no obstante, el juez Santiago
Pedraz archivó el caso porque el fraude se había realizado entre los años 1997
y 2002 y, por consiguiente, estaba prescrito el delito. Curiosamente, mientras
Artur Mas era consejero de Economía y conseller en cap, también era el
beneficiario de ese fondo.
Otro
asunto que ha provocado malestar al president han sido algunas de las
informaciones que circulan sobre su esposa, Helena Rakosnik. La principal señal
de alarma apareció hace un año, cuando la exmodelo Judith Mascó fue relevada
como presidenta del Festival de la Infancia por la esposa de Mas. De hecho,
durante la etapa de Jordi Pujol, la presidenta de este salón ferial de gran
predicamento era Marta Ferrusola. Hasta que llegó el Gobierno tripartito y fue
nombrada Mascó. Con el cambio de Gobierno, Convergència no perdió la ocasión de
recuperar la plaza a las primeras de cambio. En círculos políticos y
empresariales se criticó ácidamente la manera de echar fuera a la exmodelo para
poner en su lugar a la esposa del nuevo president y ello ocasionó un serio
disgusto a Mas.
Helena
Rakosnik es también vicepresidenta de la Fundación Rosa Sensat, que preside la
empresaria Rosa Tous. En ella está también, como miembro del patronato, Vicenç
Mauri, amigo de Mas y nombrado asesor del president en materia empresarial en
junio de 2011. Además de figurar en el Banco de Alimentos de Manresa, Rakosnik
pertenece al patronato de la Orquestra Simfònica del Vallès, junto a
eminentes músicos como Josep Carreras, Antoni Ros Marbà y Lluís Claret, y
empresarios de la talla del farmacéutico Joan Uriach o el consejero de Cultura,
Ferran Mascarell. Y pertenece, asimismo, a la Fundación Instituto de Trastornos
Alimentarios, donde coincide con la orfebre Pilar Garrigosa, cuñada de Pasqual
Maragall. Esta fundación, que no había tenido ayudas especiales, recibió a
principios de este año más de 400.000 euros de fondos públicos en forma de
subvenciones, aunque durante la etapa del anterior Gobierno tripartito no había
tenido ayudas oficiales. Una circunstancia que ha dado que hablar en algunos
círculos políticos.
27 / 09 /
2012 Revista Tiempo