Hacienda somos todos. CANELA FINA
LOS INSPECTORES de la Agencia Tributaria trabajan de forma incansable para que se haga realidad un lema clave de la democracia pluralista plena: Hacienda somos todos. Otro cantar es que lo recaudado por Hacienda, gracias en gran parte a la labor eficacísima de unos funcionarios ejemplares, se dedique al beneficio de todos. Ocurre que los partidos políticos y los sindicatos, convertidos en un gran negocio y en agencias de colocación, disponen a su antojo del dinero recaudado por Hacienda.
LOS INSPECTORES de la Agencia Tributaria trabajan de forma incansable para que se haga realidad un lema clave de la democracia pluralista plena: Hacienda somos todos. Otro cantar es que lo recaudado por Hacienda, gracias en gran parte a la labor eficacísima de unos funcionarios ejemplares, se dedique al beneficio de todos. Ocurre que los partidos políticos y los sindicatos, convertidos en un gran negocio y en agencias de colocación, disponen a su antojo del dinero recaudado por Hacienda.
En la
televisión pública valenciana, por ejemplo, trabajaban, hasta que la crisis
cerró el invento, más empleados que en la suma de Telecinco, Antena 3, la Sexta
y la Cuatro. Se trata solo de un botón de muestra. A 700.000 funcionarios se
reducían las Administraciones en 1977. Se llegó a 3.200.000, en 2011, elegidos
en parte considerable a dedo o en convocatorias manipuladas para dar empleo a
los parientes y paniaguados de políticos y sindicalistas. Cerca de 4.000 empresas
públicas, casi todas innecesarias, casi todas deficitarias, no han sido, no
son, otra cosa que marrullerías para colocar a políticos y sindicalistas.
Mientras
en Inglaterra y Francia los coches oficiales se han reducido a la nada, en
España las cuatro Administraciones -la central, la autonómica, la provincial
y la municipal- disponen de un número desmesurado de automóviles con los
gastos adicionales de choferes, seguros, gasolina, mantenimiento y amortización.
Algo parecido se puede decir de los incontables edificios de los partidos y los
sindicatos. Al repasar el escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid se encuentra
el ciudadano medio con que, entre los principales beneficiarios de la tropelía,
están los representantes de Izquierda Unida, Comisiones Obreras y UGT. En
Andalucía, los eres y los cursos de formación han demostrado la cleptomanía
galopante de algunos y han supuesto el más suculento negocio de la historia de
la democracia. Políticos y sindicalistas de voracidad insaciable se han
enriquecido a bolsillos llenos.
Y otro botón de muestra final. En el año 2011, el Partido
Popular gastó 133.398.210 euros e ingresó a través de las cuotas de sus
afiliados 12.303.879. Más del 90% de lo que derrochan los partidos políticos y
los sindicatos es dinero público. Y ni un solo político, ni un solo
sindicalista, ha aceptado el reto de proponer al Congreso de los Diputados una
ley que diga: «Ningún partido, ningún sindicato, podrá gastar un euro más de
lo que ingrese a través de las cuotas de sus afiliados». Nunca me
ha gustado generalizar. La mayoría de los políticos, la mayoría de los
sindicalistas, son honrados, trabajadores y constructivos. Esa es la verdad.
Lástima que la honradez general quede enmascarada en la selva de las corrupciones
y los abusos. Hacienda
somos todos. Ciertamente es así. Pero los que se benefician del dinero
recaudado por Hacienda, los que distribuyen a su antojo el dinero público, son
los partidos políticos y los sindicatos. La ciudadanía tiene conciencia cada vez
más clara del saqueo a que está sometida. Y de allí que el tiempo se haya emborrascado y que los nubarrones oscurezcan el futuro de
España.
Luis María
Anson, de la Real Academia Española
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