LAS CUENTAS de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) no dejan lugar a
dudas: en su impulso de la deriva independentista rozaron normas como la Ley de
Protección de Datos, y las sanciones impuestas 176.000 y 83.000, por sus
irregularidades han pasado factura a la entidad. Más allá de su precaria
situación financiera, la entidad tiene proyectos de futuro, pero en cualquier
caso se mueven en unos parámetros muy alejados de la realidad que han
propiciado en los últimos años. Campañas de propaganda mucho más austeras, con
escasa proyección y con, a buen seguro, una movilización ciudadana muy alejada
de la que se han puesto como objetivo año tras año, coincidiendo con la Diada o
con otros eventos reivindicativos.
La guerra abierta en el seno de la entidad, a causa de las disputas
por la politización de la que ha sido víctima, ya evidenciaron días atrás que
la ANC no deja de ser un artefacto creado expresamente para agitar la calle
cuando ha convenido, y que ahora pierde fuelle de manera lo más discreta
posible. El pinchazo del independentismo no sólo se ve en las encuestas. Desde
Societat Civil Catalana, ayer mismo se anunciaba, en paralelo, una serie de
actos para reivindicar precisamente eso, el fin del proceso que ha hecho
perder tiempo y dinero a los gobernantes en Cataluña cuando más los necesitaban
los ciudadanos, durante la crisis.
TRET D’UN DIARI DE L’ALTIPLÀ
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