DESPUÉS
de cinco siglos de Historia unida, el Gobierno autónomo de una región española
organizó el año pasado un descarado referéndum de secesión y firmó ayer la
convocatoria de unas elecciones que, eufemismos aparte, son claramente
plebiscitarias. Pero aquí no pasa nada, no pasa nada.
En las provincias vascongadas se entona cada día la apología del
terrorismo, los proetarras lo inundan todo con los retratos de sus presos
dispersos y se han adueñado de la comunidad navarra. En Galicia, en Baleares,
en Canarias, en Andalucía se escuchan en cascada clamores secesionistas y
menos mal que se salva Cartagena. Pero aquí no pasa nada, no pasa nada.
Al himno nacional y al Rey de España se les dedican silbidos
vejatorios en un estadio deportivo, a Juan Carlos I se le desmonta con alardes
audiovisuales de su pedestal barcelonés, a la Familia Real se le ha perdido el
respeto. Pero aquí no pasa nada, no pasa nada.
Los indignados de turno han llegado a cercar el Congreso de los
Diputados, sede de la soberanía nacional, mientras la desobediencia civil se
extiende por municipios y autonomías de forma imparable. Una asaltacapillas in
púribus y una dama que micciona en plena calle ante los fotógrafos ocupan
cargos relevantes en Madrid y Barcelona, ambas capitales en manos de la
extrema izquierda antisistema. Pero aquí no pasa nada, no pasa nada.
No pocas Universidades
sindiailizadas y contritas han perdido todo atisbo de excelencia mientras en
los centros educativos a diversos niveles se hace mofa de los profesores y se
les veja sin piedad. Un Gobierno de mayoría absoluta se muestra incapaz de
hacer una reforma de la ley electoral que hubiera evitado el chantaje de los
partidos minoritarios y no digamos la reforma ordenada de la Constitución que
las nuevas generaciones exigen y que se hará de forma revolucionaria si se
confirman las encuestas electorales. Pero aquí no pasa nada, no pasa nada.
Se sangra a
los ciudadanos con unos impuestos casi confiscatorios y se imponen
austeridades asfixiantes menos para la clase política y la casta sindical que
se enseñorean de España. En la Sevilla de los ERES y los
cursos de formación, en el Madrid de Gürtel y Púnica, en la Barcelona del
Palau y las mordidas reconocidas por el propio Parlamento, en incontables
ciudades y pueblos españoles, a todas las escalas y a todos los niveles, la
corrupción se ha convertido en una serpiente que repta arrogante por la geografía
nacional. Pero aquí no pasa nada, no pasa nada.
Desde hace ocho años,
el régimen está agotado y ahora el sistema creado en la Transición se le
desmorona a Mariano Rajoy entre las manos mientras se dibuja para arrumbar sus
escombros un futuro Frente Popular ampliado. Pero aquí no pasa nada, no pasa
nada.
¿Qué tiene que pasar, en fin, qué tiene que pasar
para que el Gobierno nefelibata se baje de la nube en la que habita y se
enfrente, al margen de las excrecencias electoralistas, con los problemas de
fondo que amenazan con la fractura de España y con la devastación de la vida
democrática en nuestra nación?
Luis María Anson, de la Real Academia Española
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada