«DINERO,
dinero y dinero», así resumía Talleyrand los éxitos de Napoleón. La gran
política se jibariza de forma inevitable si se carece del fortín económico.
Hasta Miguel de Cervantes escribió, en boca de Sancho, que «el mejor cimiento
del mundo es el dinero».
Un
interesante blog digital ha cifrado en 20.000 millones de euros lo gastado en
los últimos años de forma directa por las administraciones públicas catalanas
en la operación secesionista. Esa cantidad se completa con los recursos indirectos
aportados también de forma copiosa para intentar la gran tropelía histórica.
La tercera parte de la gigantesca deuda de la Generalidad se deriva del
despilfarro para alimentar la voracidad secesionista.
No hace
falta subrayar la extrema gravedad de las cifras contrastadas. Pero más grave
parece a muchos la ausencia de la adecuada respuesta por parte del Gobierno de
la nación. ¿Cuánto ha gastado Mariano Rajoy en contrarrestar la magna maniobra
del soberanismo contra la unidad de España? La respuesta sincera resultaría
acongojante. Hasta hace unas semanas, el ordago secesionista no ha tenido otra
contestación que la pasividad arrogante, la aldeana cachaza, la sandez de que
no hay que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo, la política arriólica,
en fin, de los tres monos de Nikko: Mizaru, no ver
nada; Kikazaru, no oír nada; Iwazaru, no decir nada.
Para combatir el desafío de ese pobre hombre de cortos alcances que es
Arturo Mas, manejado como una marioneta por Oriol Junqueras, era necesario
destinar un robusto presupuesto a anular el chorro económico de las
administraciones públicas catalanas. Y, además, administrarlo con eficacia y
austeridad por gentes capaces, no por amiguetes del partido, porque está
enjuego el destino histórico de un país que mantiene su unidad nacional desde
hace cinco sigloS, tras protagonizar una de las tres grandes historias del
Occidente moderno.
La gran política, decía Winston Churchill,
consiste en prevenir no en curar. Mariano Rajoy se esfuerza ahora en intentar
curar la enfermedad soberanista que no supo prevenir. Nada de lo que está
ocurriendo se habría producido si hace cuatro años se hubieran tomado las
medidas necesarias para evitar el desmoronamiento y la escombrera. Es verdad que José Luis Rodríguez Zapatero, con su política de ocurrencias, estimuló una reforma secesionista del
Estatuto catalán y albrició a sus líderes. También es verdad que durante cuatro
años y, desde una confortable mayoría absoluta, Mariano Rajoy, que tan certeramente
ha resuelto la crisis económica, se ha distinguido por no hacer nada frente a
la política soberanista de Oriol Junqueras y de su polichinela Arturo Mas.
«Poderoso
caballero es Don Dinero», escribió nuestro clásico estevado. Los 20.000
millones de euros gastados por las administraciones públicas de Cataluña en los
últimos años han cont ribuido decisivamente a la creación del clima secesionista
que vive hoy una parte del pueblo catalán, sobre todo porque el Gobierno Rajoy,
con todos los recursos a su disposicíón, no ha sabido oponer al dinero turbio
de la independencia el de la unidad de España.
Luis María
Anson, de la Real Academia
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