EL GOBIERNO de la nación decidió en tiempos de Zapatero suprimir la
partida presupuestaria destinada a la Iglesia Católica, institución que
desempeña en España funciones educacionales, sociales y asistenciales de gran
importancia, aparte la atención religiosa. Se dispuso en la declaración de la
renta que cada contribuyente que así lo quisiera destinara voluntariamente un
0,7% con destino a la Iglesia. Los que arbitraron la fórmula se frotaban las
manos pensando que casi nadie rellenaría ese casillero porque los templos en
España, según ellos, están vacíos. Se equivocaron de forma rotunda. El
casillero de la declaración de la renta ha proporcionado a la Iglesia, por
decisión de los contribuyentes, más dinero del que recibía con anterioridad en
la partida presupuestaria.
Parece a muchos obligado que, en un sistema democrático como el
consagrado en nuestra Constitución, se haga lo mismo con los partidos políticos
y los sindicatos para que sea el contribuyente quien decida a qué partido o a
qué sindicato -o a nadie, quizá- otorga un 0,7% de sus impuestos. Resulta a
muchos escandaloso que partidos políticos y sindicatos reciban suculentas
cantidades del dinero público sin que los paganos puedan decir a quién
destinan su contribución, conforme a sus preferencias. En el año 2011, por
ejemplo, el PP ingresó a través de las cuotas de sus afiliados 12.303.879 euros
y gastó 133.398.210 euros. Es decir, el 90% del dinero derrochado fue público.
Y eso mismo se puede decir del resto de los grandes partidos y de los
sindicatos adalides.
La fórmula más lógica sería establecer por ley que «ningún partido
político, ninguna central sindical podrán gastar un euro más de lo que
ingresen a través de las cuotas de sus afiliados». Pero teniendo en cuenta la
situación creada por la voracidad de la clase política y de la casta sindical,
que gastan de forma desmesurada y han creado gigantescas estructuras para
repartirse las hogazas del dinero público, sería razonable que al menos, en
lugar de subvenciones directas, se incluyeran en las hojas de declaración de
la renta sendos casilleros, como se hace con la Iglesia, para que cada contribuyente
destine o no un 0,7% al partido político y al sindicato de sus preferencias.
¿Hay alguna probabilidad de que esta fórmula establecida para la
Iglesia sea aceptada por los partidos y sindicatos? Me temo que no. Me temo que
seguirán chupando glotonamente de la teta del Estado, y con el mayor cinismo.
Me temo que aquel lio que los políticos han impuesto para la Iglesia no lo
acepten para ellos. Sería reveladora la cifra resultante del relleno voluntario
de los casilleros ad hoc de la declaración de la renta. Un
periodista sagaz, Eulogio López, ha propuesto que «a partidos y sindicatos, ni
un euro del erario público que no decidan los contribuyentes». Contribuyentes
que están al cabo de la calle de la voracidad de políticos y sindicalistas y
que en las últimas elecciones exhibieron una pancarta que decía: «Ciudadanos y
Podemos, bonitos motes, nuevos grupos que intentan chupar del bote». Tras los
resultados electorales del 24-M, las nuevas agrupaciones no han perdido el
tiempo y ya están chupando del bote con fruición. Partidos políticos y
centrales sindicales, en fin, se han convertido en España en un colosal negocio
y en agencias de colocación para enchufar en puestos públicos a parientes,
amiguetes y paniaguados.
Luis María Anson, de la Real Academia
Española
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