LA DECISION del juzgado número 18 de Valencia de llamar como
investigados -antes imputados- a todos los concejales y asesores del PP en el
Ayuntamiento de la ciudad que Rita Barberà ha gobernado durante casi 25 años pone de relieve que la corrupción
que atenaza al partido no es un episodio
particular, sino que
corroe toda su estructura.
No es que el PP valenciano tenga un tumor, es que la metástasis de la
corrupción ha invadido todas y cada una de las instituciones que ha gobernado.
Tirando del hilo, la UCO ha pasado del escándalo de Alfonso Rus al
blanqueo de dinero B en el Ayuntamiento de Valencia. Durante
muchos años, en los que el PP gestionó con total comodidad la Comunidad y sus
principales ayuntamientos y diputaciones, se fueron consolidando distintas
tramas superpuestas. Camps, Fabra, Castedo, Blasco, Ripoll, Rus y ahora Rita
Barberá, quien, para los responsables de la investigación, estaba al tanto del
blanqueo del dinero.
El truco de los 1.000 euros parece que no era privativo del grupo
municipal valenciano. Empleados y militantes del PP de otras regiones -algunos
de ellos destacados- ingresaban esa cantidad en efectivo como donación tras
haber recogido el correspondiente sobre entregado por el responsable de la
tesorería.
El sistema es perverso y complejo. No ha bía una sola trama organizada desde la cúpula
del partido con sus ramificaciones entre sus cargos medios. Lo que había era
una serie de grupos que actuaban por su cuenta. El problema es que, a veces,
las empresas que participaban en las mordidas sufrían el acoso de distintas
mafias.
El miedo
recorre estos días los despachos de destacados políticos y empresarios valencianos.
Según informa una fuerce cercana al caso, la Fiscalía Anticorrupción ha acumulado
horas de grabaciones durante un largo periodo de tiempo en las que Rus mantiene
conversaciones con hombres de negocios, alcaldes y dirigentes del PR
«Conociendo
al personaje -afirma una fuente refiriéndose a Rus- las grabaciones de Sonia
Castedo y el empresario Enrique Ortiz van a ser un juego de niños al lado de
las que estamos todavía por escuchar».
Mientras
exista secreto de sumario, el peligro de que se difundan es relativo. Sin embargo,
el PP tiene que asumir qué esas conversaciones se acabarán conociendo y que el
calendario judicial va a complicarles la vida a los nuevos responsables de la organización
recientemente disuelta.
El último
estallido del enésimo caso de corrupción en Valencia pilla al PP nacional en
un momento muy comprometido. Sin posibilidades de formar gobierno, la única opción
posible, el único escenario que se contempla en Génova es el de la
convocatoria de nuevas elecciones.
Nada serio
se va a hacer internamente hasta después de la cita con los electores. Pero, lo
que se haga en Valencia dependerá de la profundidad de la limpieza que se haga
a escala nacional.
¿Está
dispuesto el PP a afrontar de una forma seria y contundente la refundación del
partido? ¿Ha asumido ya Rajoy que mientras él sea la cabeza de cartel la
corrupción seguirá lastrando a su organización? ¿Está dispuesto el PP a
correr el riesgo de poner en peligro su existencia tan sólo por un mal entendido
concepto de la fidelidad?
Sin
respuesta a esas preguntas, no se puede pretender que el PP sea una
alternativa de gobierno para España.
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