dimarts, 26 de maig del 2015

1749-GANA EL QUE GOBIERNA

EL vencedor de las elecciones no es el que obtiene más votos sino el que consi­gue el gobierno, el que alcanza el poder. El Partido Popular, por ejemplo, ha venci­do por votos en las Comunidades de Ara­gón y Castilla-La Mancha, en las alcaldías de Madrid y Valencia, pero ha perdido las elecciones porque será delicadamente es­cabechado en esas Autonomías, en esos Ayuntamientos. Javier Arenas, vencedor en votos hace cuatro años en las andalu­zas, lo puede explicar muy bien.
Pedro Arrióla es hombre de reconoci­do prestigio como experto en profetizar el pasado. Muy seguro en sus errores, afirmó con inacabable desdén que los di­rigentes de Ciudadanos eran insignifican­tes y los de Podemos unos frikis. Para conservar algunas parcelas de poder, el PP precisará de la alianza con Ciudada­nos, partido vituperado por Rajoy, y el PSOE deberá formar un Frente Popular ampliado con Podemos si no quiere hun­dirse en el desastre.
Entre destacados barones del PP se ha­bla abiertamente de la necesidad de que Rajoy renuncie a presentarse el próximo otoño a las elecciones. No es esa mi opi­nión. Se ha producido un descalabro para el presidente pero no una catástrofe. Que­dan seis meses por delante y Rajoy puede recuperar una parte del terreno perdido.
Ciertamente su éxito económico resulta in­cuestionable. Basta recordar que hace tres años la prima de riesgo alcanzó los 638 puntos mientras ahora se mueve en el en­torno de los 100. Pero no solo de pan vive el hombre. Lo que ha fragilizado al PP y ha situado a Rajoy en el índice de aceptación más bajo ha sido la lenidad del presidente ante el ordago secesionista catalán; el des­dén al tratar los asuntos que interesan a aquellos que defienden la religión y que en número de 11.000.000 acuden a misa todos los fines de semana; la agresión de Monte­ro a la propiedad privada con una crecida desmesurada de los impuestos y un acoso agobiante de Hacienda; la pasividad ante las agresiones a la dignidad de Espuria por parte del mundo proetarra. Y una forma inadmisible de hacer política desde la so­berbia y la prepotencia.
No es verdad que el tiempo arregla las cosas. No es cierto que aquí no pasa nada. La doctrina arriólica roza, a 90%, la san­dez. Si Rajoy, tras el descalabro sufrido, no quiere hundirse en la catástrofe deberá saltar al albero del ruedo ibérico y lidiar al natural los problemas nacionales durante los próximos seis meses. Aun así lo tiene crudo y los «frikis» y los «insignificantes» le pueden dar un revolcón de campeonato el próximo otoño. Se perfila ya para el fu­turo de España un Frente Popular amplia­do, como ha ocurrido en varias Autono­mías y en no pocos Ayuntamientos.
La política de no hacer nada, en fin, ge­nera situaciones insalvables. Con holgada mayoría absoluta, Mariano Rajoy no ha si­do capaz de reformar la ley electoral para que gobierne en municipales y autonómi­ cas, como en Francia, el partido vencedor. O bien establecer la doble vuelta que evite la ingobernabilidad, la inestabilidad. No ha sido capaz tampoco el presidente de emprender la reforma constitucional que las nuevas generaciones exigen. Como he escrito reiteradamente, esa reforma cons­titucional o se hace ordenadamente desde dentro del sistema o nos la harán revolu­cionariamente desde fuera.

Luis María Anson, de la Real Academia Es­pañola.

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