LA CUP DEBERÍA ACABAR siendo un problema para el Govern. Demostraría
que los radicales quieren romper con todo y que Junts pel Sí tiene asumido que
cada día sin independencia tiene que buscar argumentos para explicarlo. Para
los de Anna Gabriel es fácil dejar con el culo al aire tanto a los dirigentes
de CDC como a los de ERC. Y ya han tardado.
La iniciativa parlamentaria que la CUP quiere tirar adelante para que
sea votada el próximo 30 de marzo reclama desobediencia en todo. Piden pasar
de la sentencia del Tribunal Constitucional que anula la declaración
independentista un plan de actuación que aclare las fases del proceso
constituyente en una máximo de 30 días. Pocas puñetas. ¿Qué significaría que
Junts pel Sí vote en contra de esa moción? La CUP quiere demostrar que el
Govern no está trabajando de forma decidida por la independencia o que todo se
trata de dar pasos que, en realidad, sirven de poco. Cada uno sabe dónde está.
Los dirigentes de las dos formaciones, o de las tres, viven el día a día de la
pequeña cocina política. Pero, ¿y sus votantes? De verdad saben qué hay de
cierto en las promesas del pasado y, sobre todo, del presente.
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