QUE EL PRESIDENT de la
Generalitat no haya logrado a estas alturas de la legislatura una reunión al
uso con el presidente del Gobierno, aunque esté en funciones, no deja de ser
una anomalía. El proceso independentista ha deteriorado hasta límites
insospechados la relación que deberían mantener en un marco no ya de cordialidad,
sino sobre todo de lealtad y respeto institucional dos administraciones que
están condenadas a entenderse. El desafío que ha supuesto la creación de un
Departamento de Asuntos Exteriores, inmediatamente recurrido por el Gobierno
ante el Constitucional y posteriormente suspendido, no ha ayudado tampoco a
mejorar las relaciones que tocaron fondo en la última etapa del president
Artur
Mas en la Generalitat. Este lunes Puigdemont se disponía a realizar su
primer viaje internacional y la desgracia del accidente mortal de Tarragona
abortó sus intenciones. Con todo, la Generalitat no ha dejado pasar la
oportunidad de rentabilizar el viaje privado que realizó el alto mandatario
italiano Matteo Renzi, muy afectado por el fallecimiento de las jóvenes italianas
en el accidente. Y tampoco ha dejado pasar la oportunidad de buscar polémica
donde no la había, quejándose del supuesto ninguneo del ministro de Exteriores
o del mismo Rajoy, cuando ya hubo representación ministerial desde el primer
momento en Tarragona. Si Llanos de Luna respetó la privacidad de la visita de
Renzi, no debe ser motivo de crítica.
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