EL DRAMATURGO y fundador de Els Joglars, Albert Boadella ya no sabe
cómo evitar los daños continuos que sufre en su propiedad, en el municipio de
Jafre, en Girona. Los últimos que ha registrado en la finca han sido la tala
de tres cipreses. Más allá de la denuncia policial que ha efectuado, ha
instalado un cartel en el muro de su residencia, donde pide respeto por la
discrepancia ideológica con una denuncia al pensamiento único. Boadella se
sabe víctima de la intolerancia, más
allá del gamberrismo que implica el asalto.
Su municipio se acogió a la declaración de independencia como hicieron
otros muchos en plena deriva secesionista en Cataluñay a
su alcaldesa se ha dirigido, sin éxito, para ver si puede encontrar alguna
forma de frenar este atropello continuo.
La discrepancia no sólo es legítima, sino que enriquece la reflexión,
el debate y ayuda a las sociedades a tirar adelante. Sólo con la confrontación
de ideas se avanza. Pero todo debate ideológico debe de mantenerse en un
terreno de juego, el de los canales establecidos para expresar la opinión, que
son muchos y podrían acomodar a cualquiera. Desde una manifestación hasta una
votación, pasando por las iniciativas parlamentarias o políticas que se
plantean en las distintas administraciones. La violencia y la intimidación
que conllevan nunca deben tolerarse ni ampararse.
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