dijous, 3 de desembre del 2015

2258-SE HAN VUELTO LOCOS

Ya están todas las cartas sobre la mesa y, a lo que parece, lo que queda vivo del Gobierno catalán, que ya es casi nada, está dispuesto a jugarlas, o eso dicen. A tenor de lo decla­rado por la vicepresidenta Neus Munté, la Generalitat se dispone a desmentir por la vía de los hechos la argumentación que el pro­pio Parlamento catalán presentó ante el Tri­bunal Constitucional para intentar parar lo que sabían que iba a ser una sentencia ro­tunda, unánime e inapelable. Porque lo que los servicios jurídicos del Parlament soste­nían era que esa resolución de la Cámara ca­talana no era sino una declaración de inten­ciones sin efecto práctico, político o jurídico alguno. Era un argumento insostenible, co­mo han dejado claro los magistrados y como ha demostrado la propia Munté en sus de­claraciones de ayer.

A partir de ahora veremos qué movimien­tos hace ese Gobierno demediado para dar carta de naturaleza política a una resolución que ha puesto a la Generalitat de Cataluña fuera del ámbito del Estado de Derecho, es decir, a la intemperie legal.
Es inaudito que hayamos llegado a esta si­tuación por la enloquecida irresponsabilidad de unos dirigentes que, con una audacia y una ignorancia escandalosas, se permitían reprochar al Gobierno que se «haya excusa­do en las faldas de un tribunal que controla». Quizá el señor Francesc Homs, autor de esa frase, cree posible que en un país civilizado, que son todos los que están sometidos al im­perio de la ley, se puede dirimir un desafío de la envergadura del que él y sus colegas han lanzado al Estado español en otro ámbi­to distinto al del tribunal que tiene encomen­dada la misión de hacer respetar la Consti­tución vigente. Quizá crea que la extraordinaria trascendencia y gravedad del intento de secesión aprobado por una parte del Parlament se puede abordar en el ámbito de la política, con una conversaciones que desemboquen en la aceptación por el Gobierno dela magna ilegalidad de lo que ellos, los sepa­ratistas, han lanzado a la cara de todos los españoles. Se han vuelto locos. Pero a partir de ahora los pasos están claros y contados. Todo movimiento, toda decisión que intente traducir en tér­minos prácticos el conteni­do de esa resolución será invalidada por el tribunal y las fuerzas de seguridad del Estado y de la comuni­dad autónoma procederán para impedir que tal decisión se consume. Queda por ver cómo se comportarán los funcionarios cuya actua­ción esté afectada por esta sentencia del Alto Tribunal porque ahí entraremos ya en un terreno definitivamente peligroso en el que si se producen actos de desobediencia o de rebelión, con algún elemento de vio­lencia, podemos enfrentarnos a situaciones muy indeseables. Indeseables pero que ha­brá que afrontar.
Lo que desde luego no se contempla es que el Estado se arrugue frente al desafío. Esa posibilidad no existe porque, de existir y materializarse, significaría el hundimiento del propio Estado y su desaparición. Esta­mos hablando de España como nación y de los españoles como sujetos soberanos. Eso es exacta­mente lo que está en juego. Por lo tanto, en esta batalla, provocada por los independentistas sobre bases falsas de principio a fin, y alimen­tada durante años a base de propaganda y manipula­ción de la población, no puede haber más que un perdedor, y son ellos y su loca apuesta, que no tendrá nunca el apoyo ni la comprensión de ningún país y de ninguna institución del mundo civilizado. Lo asombroso, lo alucinante, es que ellos lo saben, que lo han comprobado repetidamen­te. Pero siguen corriendo.


Victoria Prego

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