ES CIERTO que las cosas suelen cambiar. Y que la
campaña electoral o algún acontecimiento inesperado podrían trastocar las
previsiones de las encuestas. La democracia española no había conocido una
situación tan fluida e inestable como la actual. Estamos lejos de los idus de
mareo pero algunos escuchan ya cómo graznan los gansos del Capitolio.
Hay algo, sin embargo, que parece inamovible:
que Albert Rivera será el árbitro de la política española. Cuando el joven líder
todavía estaba en agraz publiqué en este periódico el pasado 9 de junio un
artículo titulado
La solución Rivera. Las encuestas, desiguales según el deseo del
medio que las encarga, coinciden ahora en instalar a Ciudadanos en la bisagra
del arco parlamentario. Es lo que intentó Roca, lo que pretendió Garrigues, a
lo que aspiró Rosa Diez, el sueño de Adolfo Suárez cuando, tras ser
delicadamente escabechado en UCD, fundó el CDS para ocupar el centro y jugar
con las cartas marcadas a izquierda o a derecha.
Salvo circunstancias imposibles de prever,
parece claro que el Partido Popular no podrá conservar el poder sin los escaños
de Albert Rivera. La factura que deberán pagar los populares será alta en todo
caso, que se lo pregunten a Cristina Cifúentes. Si el partido se quedara en el
entorno de los 120 escaños, rodará la cabeza de Mariano Rajoy en medio del
regocijo de no pocos de sus partidarios que tanto incienso han quemado en su
loor.
Suponiendo que el PSOE no se
desplome y que sortee a los augures de la catástrofe, Albert Rivera, con la
adenda de escaños rebañados en Canarias, Cantabria y otros pagos, podría ungir
a Pedro Sánchez y permitir que los socialistas recuperaran el poder, fuego
sin llamas, aunque fuera en la precariedad. No se puede descartar la fórmula,
vigente ya en Andalucía y con éxito notable. Un PSOE moderado por Ciudadanos
es lo que desea el dinero español y también la apuesta de una gran potencia
internacional. No parece probable la fórmula pero tampoco resulta imposible. En
el juego de las especulaciones todavía queda una carta insospechada: que Albert
Rivera derrote a Pedro Sánchez y se produzca el sorpasso de Ciudadanos sobre el PSOE.
Eso significaría que el joven
líder podría aspirar a convertirse en presidente del Gobierno. En su partido es
lo que muchos vaticinan. Árbitro para dar o quitar el poder al PP árbitro para
encumbrar o hundir al PSOE, resulta que, conforme a algunas encuestas, Albert
Rivera podría aspirar a ocupar una presidencia de centro izquierda, al
sobrepasar en escaños al PSOE. Una buena parte de los ciudadanos españoles que
andan asqueados de la tábida política que padecemos, se dedica ahora en las
sobremesas de almuerzos y cenas, en el café y en el trabajo, a especular sobre
la incierta situación anunciada por las encuestas más solventes. Lo que pasa
es que el fruto sano se zocatea enseguida cuando se encuentra al lado del que
está cedizo. Y España camina tal vez a la regeneración, ojalá sea así, pero
quizá a la integración de las nuevas agrupaciones en un sistema cada día más
agotado y corrompido. La sabiduría popular se expresó a las claras en un
cartel exhibido en Sevilla: «Ciudadanos y Podemos, bonitos motes, nuevos grupos
que intentan chupar del bote».
Luis María Anson
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