divendres, 6 de març del 2015

1603-LUIS MARÌA ANSON, POSA EL DIT A LA NAFRA

Hacienda somos todos. CANELA FINA

LOS INSPECTORES de la Agencia Tri­butaria trabajan de forma incansable pa­ra que se haga realidad un lema clave de la democracia pluralista plena: Hacienda somos todos. Otro cantar es que lo re­caudado por Hacienda, gracias en gran parte a la labor eficacísima de unos fun­cionarios ejemplares, se dedique al bene­ficio de todos. Ocurre que los partidos políticos y los sindicatos, convertidos en un gran negocio y en agencias de coloca­ción, disponen a su antojo del dinero re­caudado por Hacienda.
En la televisión pública valenciana, por ejemplo, trabajaban, hasta que la crisis cerró el invento, más empleados que en la suma de Telecinco, Antena 3, la Sexta y la Cuatro. Se trata solo de un botón de muestra. A 700.000 funcionarios se redu­cían las Administraciones en 1977. Se llegó a 3.200.000, en 2011, elegidos en parte considerable a dedo o en convoca­torias manipuladas para dar empleo a los parientes y paniaguados de políticos y sindicalistas. Cerca de 4.000 empresas públicas, casi todas innecesarias, casi to­das deficitarias, no han sido, no son, otra cosa que marrullerías para colocar a po­líticos y sindicalistas.
Mientras en Inglaterra y Francia los coches oficiales se han reducido a la na­da, en España las cuatro Administracio­nes -la central, la autonómica, la provin­cial y la municipal- disponen de un nú­mero desmesurado de automóviles con los gastos adicionales de choferes, segu­ros, gasolina, mantenimiento y amortiza­ción. Algo parecido se puede decir de los incontables edificios de los partidos y los sindicatos. Al repasar el escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid se en­cuentra el ciudadano medio con que, en­tre los principales beneficiarios de la tro­pelía, están los representantes de Iz­quierda Unida, Comisiones Obreras y UGT. En Andalucía, los eres y los cursos de formación han demostrado la clepto­manía galopante de algunos y han su­puesto el más suculento negocio de la historia de la democracia. Políticos y sin­dicalistas de voracidad insaciable se han enriquecido a bolsillos llenos.
 Y otro botón de muestra final. En el año 2011, el Partido Popular gastó 133.398.210 euros e ingresó a través de las cuotas de sus afiliados 12.303.879. Más del 90% de lo que derrochan los partidos políticos y los sindicatos es di­nero público. Y ni un solo político, ni un solo sindicalista, ha aceptado el reto de proponer al Congreso de los Diputados una ley que diga: «Ningún partido, nin­gún sindicato, podrá gastar un euro más de lo que ingrese a través de las cuotas de sus afiliados». Nunca me ha gustado generalizar. La mayoría de los políticos, la mayoría de los sindicalistas, son honrados, trabaja­dores y constructivos. Esa es la verdad. Lástima que la honradez general quede enmascarada en la selva de las corrup­ciones y los abusos. Hacienda somos todos. Ciertamente es así. Pero los que se benefician del dinero recaudado por Hacienda, los que distri­buyen a su antojo el dinero público, son los partidos políticos y los sindicatos. La ciudadanía tiene conciencia cada vez más clara del saqueo a que está someti­da. Y de allí que el tiempo se haya embo­rrascado y que los nubarrones oscurez­can el futuro de España.


Luis María Anson, de la Real Academia Española

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