LLAMO A un amigo escritor catalán que vive en
Barcelona. A veces llamo a amigos que viven en Barcelona, porque desde que
resido en Madrid entiendo muy mal las cosas que suceden en mi ciudad. O parece
que las entiendo mal.
Mi amigo y yo ya hemos tenido algunas conversaciones
sobre el hecho de que Artur Mas, un señor investigado por corrupción, cabeza de
un partido investigado por corrupción, sucesor del «gran timonel», corrupto
confeso, esté liderando «el cambio» y «el proceso» hacia la independencia,
hacia un «nuevo modelo» basado en elevados valores etcétera.
-No me dirás ahora que las
detenciones del tesorero y de los empresarios también son una estrategia “españolista”
para criminalizar el proceso de independencia catalán y el liderazgo de Artur
Mas. -Le hablo así porque esta argumentación ya me la he oído alguna vez.
-Por ahora lo único probado es que el Estado
español ha actuado contra un acto profundamente democrático como es consultar
a la población sobre lo que opina. Y que amenaza con restringir los derechos de
Cataluña.
-Hombre, también está probado que Jordi Pujol se
llevó la pasta. Y que el tesorero y sus compinches trituraron papeles que luego
se rescataron y recompusieron. Y que alguien tan poco sospechoso de españolista
como Pasqual Maragall ya denunció el cobro de comisiones…
-Más corrupción tiene el PP partido que gobierna
España, con varios miembros condenados y entre rejas, y nadie se cuestiona la
legitimidad del Gobierno español.
Yo sí me cuestiono la legitimidad del Gobierno
español, quiero decirte, pero tengo la sensación de que no es una discusión
que vaya a llevamos a ninguna parte. Últimamente, mis conversaciones con
algunos amigos catalanes, amigos que habitualmente eran votantes de izquierda
y que siguen siendo, me consta, gentes de bien, personas decentes, se estancan
en un lugar donde los argumentos chapotean en barro.
¿Qué mecanismo consigue que la población permita
la corrupción «propia» y la minimice, la relativice, y llegue a considerar una
agresión el hecho de sacaría a la luz? ¿Qué hemos perdido por el camino para
olvidar que quien relativiza la corrupción de sus gobernantes colabora con
ella?
Creo que tiene que ver con un proceso de
«visceralización» de la política, de «sentimentalización» de la toma de
decisiones por parte de la población. Lo que han hecho los dirigentes de CDC y
algunos medios de comunicación es azuzar las pasiones familiares y de pertenencia
hasta el punto de que a nadie le llama demasiado la atención ver llorar a dos
altas dirigentes políticas por el hecho de que Artur Mas acuda a declarar al
juzgado. Las lágrimas de Nuria de Gispert y de Carme
Fbrcadell la semana pasada me pusieron la piel de gallina. Y no
porque compartiera sus emociones, todo lo contrario, porque me parecieron el
máximo exponente de la sobreexcitación que vive la sociedad catalana. Mas con
los cuatro dedos en el corazón, los bastones de los alcaldes alzados y las
mujeres rompiendo a llorar... ay.
Estoy a punto de preguntar a mi amigo sobre las
lágrimas de las «presidentas», pero prefiero evitarme un feo. De los políticos
se espera sangre fría, racionalidad, buena gestión, honradez y que representen
a la población que gobiernan. Sin aspavientos. Con sensatez. Temo que las
detenciones de ayer no pueden observarse correctamente sin todo lo anterior.
Temo que de todo eso no queda nada. Temo, en fin, que en mis conversaciones
cada vez haya más barro.
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