«Respeten a los dos millones de catalanes que
votaron por la independencia», dijo ayer el candidato, redondeando al alza.
Los votantes independentistas fueron exactamente 1.957.348. A partir de este dato, quizá Artur
Mas debería haber expresado un respeto algo mayor por los 2.072.057
catalanes que no votaron independencia,
114.709 más, aunque en su traducción a escaños
los independentistas ganasen por nueve.
También dijo que «el 48%
de la ciudadanía ha dicho que esta
Constitución no vale». Quiso decir de los votantes. Casi. Fue el 47,56%,
el mismo porcentaje de votantes que
apoyaba a los 72 diputados que el lunes aprobaron la
resolución de ruptura con España y desobediencia a sus tribunales. Pero lo que
pasó ayer, por segunda vez en las últimas 48 horas, fue que el Parlamento regional de Cataluña rechazó inequívocamente
al candidato Mas. Sólo necesitaba un voto más a favor que en contra. No pudo
ser. Sólo lo apoyaron 62 parlamentarios (1.620.973
votantes). Volvieron a rechazarlo
los mismos 73 diputados que ya lo habían repudiado
el martes (2.408.432 votos). El rechazo a Artur Mas como
presidente (58,52%) fue mayor en 787.459
votos que sus apoyos. No se envuelva
en la estrellada, don Astut,
que para estrellado ya está usted. Y por segunda vez en 48
horas. Le bastaba una mayoría simple
de apoyo y volvió a obtener un rechazo de mayoría absoluta. ¿A qué espera
para irse a su casa?
Son imbatibles. El candidato demediado citaba el Financial
Times y toda la prensa internacional, «que de manera unánime ha
condenado el in- movilismo del Gobierno español». Era empezar el credo por
Poncio Pilatos. El titular del FT de la víspera rezaba: «La locura de la
carrera de Cataluña hacia la independencia», y señalaba que, si bien el
Gobierno ha convertido el reto político catalán en un impasse
constitucional, él, Artur Mas, ha actuado chapuceramente una y otra vez y es a
él a quien le corresponde dar un paso atrás para resolver la crisis. En
razonamiento análogo, Forrest Gump diría que loco es el que hace locuras, pero
creo que era una conclusión algo exagerada.
Mas había prometido a la CUP una Presidencia cada
vez más corta, 18 meses, que rebajó a 10, al término de los cuales se
sometería a una cuestión de confianza. Aceptó pulpo como animal de compañía y
ofreció desvanecerse a sí mismo en una Presidencia colectiva, asamblearia, en
la que él sería sólo un figurón asistido por tres vicepresidentes ejecutivos,
vale decir tres iguales: Oriol Junqueras, Raül Romeva y Neus Munté,
virgen santa que talentos.
Lo que pasa es que Baños ya
le ha tomado la medida, como Groucho (o quizá Bernard Shaw, a quien también se le atribuye la
anécdota) a una señora a quien le había ofrecido un millón de dólares por sus
favores sexuales, y al aceptar ella le hizo una segunda oferta de un dólar
-«¿por quién me toma?», preguntó ofendida-, recibiendo la respuesta que Mas ha
obtenido de la CUP: lo que es usted está perfectamente claro. Ahora se trata
de apretarle en la negociación del precio.
SANTIAGO GONZÁLEZ
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