El panorama que ofrecen los
independentistas catalanes es cada vez más oscuro. Cada uno apunta en una
dirección distinta. En las filas de lo que queda de CDC la disidencia es cada
vez más difícil de tapar y al artículo de
Mas-Colell -dicen que duro pero en realidad morigerado y hasta tímido-
se tienen que sumar las posiciones críticas, aunque todavía en sordina, de
algunos consejeros del Gobierno de Artur Mas que se ven de aquí a poco
cumpliendo al pie de la letra las órdenes de la CUP sobre la administración de
la cosa pública en Cataluña. Y eso debe de resultar insoportable para gentes
como el propio conseller de Economía o el del Interior, Jordi Jané, entre otros varios.
Pero las cosas no han variado porque Artur
Mas sigue teniendo en la mano, como presidente que sigue siendo, aunque ya en
funciones, el arma atómica de la convocatoria de elecciones . Unas elecciones que
no convienen de ninguna manera a Convergéncia, que a estas alturas tiene que
ser consciente de que ya se ha enajenado gran parte del apoyo de las clases
medias y de la burguesía catalanas, horrorizadas, ambas, ante el espectáculo
de la entrega total del president a los de la CUP; unas elecciones de las que
sabe que seguiría perdiendo todavía más diputados, como ya es costumbre en
ese partido. Tampoco le convendrían a ERC, que en este tiempo desde las
elecciones ha estado prácticamente desaparecido ante la dificultad de
justificar ante sus bases este apoyo cerrado a la candidatura de Mas, que tiene
muy difícil explicación y que, ante unas posibles elecciones en marzo, puede
encontrarse con que parte de sus votantes se pasan a las filas de la CUP. A
quienes sí podría interesarles forzar esos comicios sería precisamente a los de
Baños porque sus perspectivas de crecer entre el votante independentista son
reales.
En este
panorama tan obtuso hay que enmarcar los juegos malabares de Francesc Homs, ex
conseller de Presidencia y ahora candidato de esa nueva denominación con la
que los convergentes pretenden embozarse para que no esté claro que son quienes
son. Homs lanzó la especie de que empezaban a recoger las velas del indepen-
dentismo y que de pronto aspiraban a negociar con el Gobierno, con el único
propósito de sacar a pasear el fantasma de la vuelta a la normalidad
democrática y asustar a sus posibles socios en la locura: que éstos sepan que
nos podemos volver atrás y entonces adiós independencia. Por eso Junqueras ha vuelto a aparecer y se ha
puesto conciliador dando por buenas y aceptables todas las barbaridades que les
ha venido planteando la CUP a los Juntos. Todas: la Presidencia de pega, el
poder compartido, el compromiso de un Gobierno con 10 meses a prueba y si no
está satisfecho le devolvemos el dinero, todo le ha parecido bien a un Oriol
Junqueras que ve espantado cómo el tinglado se le puede escapar de las manos.
Y dicho y hecho: el candidato Homs ha asegurado a continuación que las
declaraciones que hizo las puede cambiar por otras y que aquí no ha pasado nada.
Pero, mientras este vodevil avanza, en el
Parlament no se mueve ni una mosca. Silencio absoluto y quietismo total.
VICTORIA PREGO
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