dissabte, 7 de novembre del 2015

2175-CAFÉ PARA TODOS


EN 1977, cuando se iniciaron los trabajos para redactar la Constitución, el profesor Varela Ortega propuso a Fernando Abril que se reconocieran los Estatutos de Cata­luña y el País Vasco aprobados durante la II República. Clavero Arévalo tuvo una ocurrencia: «café para todos». Fernando Abril hizo suya la idea y Adolfo Suárez la acogió con desbordado entusiasmo. La gran política consiste en prevenir no en cu­rar y el profesor Varela Ortega tenía el con­vencimiento de que iba a ocurrir lo que ha ocurrido: una carrera frenética de conce­siones a Cataluña y al País Vasco y la incor­poración a la desmesura del resto de las re­giones españolas.
Los Estatutos republicanos del País Vas­co y Cataluña reducían a la mitad las trans­ferencias que ahora se han hecho, salva­guardando además el idioma castellano y la educación. En seis de las once legislatu­ras de la democracia, ni el PSOE ni el cen­tro derecha de UCD, luego PP alcanzaron la mayoría absoluta. Socialistas y peperos fueron sometidos a un implacable chanta­je a cargo de los partidos nacionalistas ca­talán y vasco. Podemos y Ciudadanos les han sucedido en la extorsión de forma acentuada porque Mariano Rajoy no quiso poner en marcha una ley electoral a doble vuelta. La democracia consiste en el Go­bierno de la mayoría y en el respeto a las minorías, no que éstas impongan criterios contrarios a lo que decidieron las urnas.
Paralelamente a los chantajes de los partidos nacionalistas se produjo la carre­ra en pelo del resto de las Autonomías. Te­nemos hoy en España 17 naciones de piti­miní con todo el gasto y la parafernalia de los viejos países europeos. Nadie fue ca­paz de embridar a las Comunidades Auto­nómicas, que, salvo alguna excepción, se lanzaron al gasto desenfrenado, al derro­che incesante, al clientelismo soez y al cí­nico nepotismo. Algunos de los presiden­tes de lás autonomías disponen de pala­cios suntuosos que eclipsan a la Zarzuela, gabinetes de Prensa que superan al del Je­fe del Estado francés y voraces canales de televisión. 1 TV valenciana, por ejemplo, disponía de más empleados que la suma de Telecinco, Antena 3, la Sexta  y la Cua­tro. El desmadre autonómico, imitado por algunos municipios, ha costado a los espa­ñoles un dídimo y la yema del otro.
No estoy contra el Estado de las Auto­nomías. Conviene mantenerlo, si bien con una reforma constitucional que establezca los déficits máximos y que recupere para el Gobierno de la nación algunas transfe­rencias, de forma especial el control real de la educación. Y que reconozca la iden­tidad histórica de determinadas Comuni­dades, no solo de Navarra y el País Vasco. Las Cortes de Cádiz establecieron que la soberanía nacional reside en el pueblo, no en el Rey, y que todos los españoles son li­bres e iguales. Eso no empece el reconoci­miento de la diversidad de las distintas re­giones españolas. No lloremos, en fin, so­bre la leche derramada durante las últimas cuatro décadas porque el balance de la de­mocracia pluralista entonces conquistada, de la Monarquía parlamentaria que es la Monarquía de todos, resulta abrumadoramente positivo. De lo que se trata ahora es de superar los escollos actuales sin esgri­mir pero sí recordar que en 1977 la prepo­tencia de unos políticos desdeñosos impi­dió atender lo que proponía un catedráti­co sagaz.

Luis María Anson

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