«Artur Mas está
arrastranado la Presidencia de la Generalitat por los suelos y ha dejado
a Cataluña fuera de la ley», comentó Carme Chacón. La está arrastrando por el
Parlamento de Cataluña, que nació en el siglo X, y que está considerado por los
liberales ingleses como modelo de parlamentarismo medieval. Ayer, ese
Parlamento le negó por segunda vez el apoyo al candidato, mientras Mariano
Rajoy prometió no mirar hacia otro lado y dar una respuesta prudente y
proporcionada a la revuelta separatista. El estilo del presidente rompe los
nervios, no sólo de sus adversarios, sino de los cuadros de su partido. La
intranquilidad por lo que ocurre en Cataluña provoca angustia. La parsimonia de
Mariano Rajoy -que algunos miembros del PP llaman inmovilismo- divide a los
políticos del partido de la mayoría y provoca escenas de canibalismo entre los
separatistas. Ayer, los más radicales de la CUP volvieron a señalar a Mas como
el apestado del
Procés. Todo indica que habrá que esperar al año que viene para
intentar la investidura. Los nacionalistas que habían hecho de Cataluña el
principado del guinde y del choreo se disfrazaron de independentistas para huir
de los fiscales, fracturando el país; pero lo peor que podría ocurrir es que la
respuesta al desafío fuera apresurada, desmedida o brutal. Hasta ahora sólo nos
hemos enseñado las uñas, sin mover el sobaco.
No hay planes de ocupación, como
ocurrió en 1934 cuando se decretó el Estado de Guerra cuando Lluís Companys proclamó
el Estado Catalá y por ello fue detenido. Ya no hay generales africanistas
como Yagüe para llevar los tanques; ni intelectuales como Giménez Caballero,
que después de la entrada de las tropas de Franco cantó La maté porque
era mía. Lento, indeciso, abúlico, tardío, dejando que las cosas
se arreglen solas,
El hombre impasible -como lo dibujó Graciano Palomo en su
biografía- Ies ha
cogido el sitio a los nacionalistas catalanes. Con su concepto
del centro perezoso, su capacidad de resistencia, su cordura, su paciencia para
aguantar lo que le echen, está siendo letal para los amotinados. Tratará de
evitar !a aplicación de! artículo 155 y evitará suspender la Autonomía de
Cataluña. Aunque no todo el mundo lo
cree, él dice que piensa muy bien lo que tiene que hacer. Piensa -contra todas
las fuerzas de la costumbre- en un país de «Esto lo arreglaría yo...». Algunos
de sus asesores me dicen: «Siempre que se toma la acción, se consigue algo.
Rajoy ha empezado a tomar medidas dejando su sorna de que las cosas se arreglan
solas».
Ni siquiera en su partido -con la
excepción de Cristina Cifuentes y pocos más- se ha declarado que la estrategia
de Rajoy ante el desafío era la acertada. Las acciones en Cataluña deben de
tener grandeza, prudencia, proporcionalidad y causar el menor daño posible con
lo que se haga. La habilidad, la constancia, la autoridad, virtudes
maquiavélicas que aconseja El Príncipe, libro de estilo de los políticos, son
necesarias en este momento. La obsesión de Maquiavelo también era la unidad de
Italia fragmentada en repúblicas, ciudades-estado y ducados.
RAUL DEL
POZO
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