Me cuentan en Andalucía que los de
Ciudadanos han resultado ser unos socios demasiado fiables y condescendientes
con la corrupción bética y creen que los votantes les van a castigar en las
generales. Pero en toda España, Albert Rivera -sensato, pico de oro,
liberal-centrista, patriota, antinacionalista- es ya uno de los tres líderes
que después del 20-D pueden decidir cómo será la Segunda Transición, aunque no
está clara su postura ante la posible reforma de la Constitución.
Albert ha declarado que hay que cambiarla para
hacerla más fuerte, pero el discurso del Rey del otro día le ha dejado a él y
a varios políticos fuera de juego. Dijo Felipe VI que «la Constitución
prevalecerá, que nadie lo dude». Albert Rivera, que había acusado al PSOE de
hacer política de salón con su reforma constitucional, guarda ahora un ruidoso
silencio sobre el asunto. En los otros partidos leen con cuidado las
enigmáticas palabras del Rey.
Ciudadanos ya es un partido nacional que pide
sentarse en la mesa de las grandes decisiones. Se ha convertido en la tendencia
otoño-invierno, aunque le crecen los enemigos.
Los del PP les temen porque saben que su
disidencia interna -sus esnobs, sus desencantados, sus enfurecidos-van a apoyar
al partido de Iglesias. Algunos intelectuales orgánicos de Podemos
-economistas, teóricos- les acusan de ser las Nuevas Generaciones de la vieja
derecha, un proyecto de la gran patronal y del Ibex para llenar el hueco que
deja el PP
Fuentes cercanas al Gobierno filtran que la gente
guapa, de
casting, líderes con coach personal, aspira a ser la gestoría que
Convergencia mantuvo tantos años en el Congreso de Diputados. Los del PSOE los
empujan a la derecha, pero sin mucho ímpetu porque los pueden necesitar para un
tripartito. Parece que el partido de moda tiene problemas con muchos rebotados
de otros partidos que se les han colado.
Si, como dicen sus adversarios, Ciudadanos es una
burbu ja, de esa burbuja no ha salido una bruja, sino una bandera constitucional
con arboladura de novicia, una fiera fina, implacable, a pesar de su cara de
mártir, de virgen cristiana. Ha sido la médium de España en el Parlamento de
Cataluña, donde acabó desollando a Mas: «Señor Mas. No arrastre a a 7,5
millones de catalanes a su locura».
Según Goethe, la memoria llega justamente hasta
donde llega nuestro interés. Quizás por eso, Inés Arrimadas se aprendió de
memoria el himno del Barcelona. Lo tenía claro desde el principio: llegar a
gobernar Cataluña. Una jerezana de tronío, por el aire de su cabello y su
planta de viña y caballo -«Hoy siento entre los labios los sarmientos al
pronunciar Jerez», cantó Angel Ganda López- que representa ya el futuro de
Cataluña. Sus padres son de Salamanca y ella vivió en el barrio de Tetuán de
Barcelona. Se siente salmantina, jerezana y catalana y, como es de todas
partes, no puede entender el nacionalismo. No tiene ningún acento. Se siente
catalana porque así lo decidió. Quiso ser arqueóloga. Asistió a clases de
teatro. Podría hacer de Doña Inés, ahora, en el mes de Don Juan.
RAUL DEL
POZO
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada