LA RENUNCIA de Antonio Baños al acta de diputado por la CUP sólo se
puede interpretar en clave de su falta de experiencia política. Los
procedimientos de votación de la formación a la que representó durante la
campaña electoral se han respetado escrupulosamente, y de hecho él mismo se
cansó de decir no a la investidura de Artur Mas durante todo el proceso de
negociaciones, con más o menos ironía y hasta con tranquilidad, como él mismo
señaló en la segunda sesión del debate al que se sometió la candidatura de Mas
a la presidencia de la Generalitat.
Con todo, en el último trecho de las conversaciones su postura
cambió, según se desprende de los escuetos motivos que ha aportado en su carta
de renuncia. Su único y último objetivo era conseguir la ruptura con España.
El no a Mas, visto así, no significa per se que se haya abortado ese objetivo,
sino que cuando menos se ha frenado, si no aplazado. La hoja de ruta in-
dependentista no tiene que pasar expresamente por una sola persona, y así lo
defendieron hasta la saciedad la CUP y ERC.
La renuncia de Baños, en este sentido, parece más relacionada con la
bisoñez política de la formación, que ensanchó su base social con votantes con
distintas prioridades a las que realmente centran el eje de un partido
independentista, sí, pero profundamente libertario y antisistema.
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