HAY DISTINTAS formas de alcanzar la gloria de los días históricos,
aunque sean especiales para la trayectoria propia de un partido o de una
ideología y no sea compartida esa ambición por otros. De la ambición de
convertir Cataluña en un país independiente, meta de Artur Mas desde que la
crisis le obligó a envolverse en la estelada, a protagonizar persecuciones por el Parlament y las calles de la
ciudad, dista mucho. En efecto, el plantón de la CUP a Artur Mas de la
asamblea del domingo pasado ha abierto la caja de los truenos y ha
desenmascarado las intenciones de CDC, obstinada en perpetuarse en el poder a
cualquier precio. Primero se subió al carro del independentismo alentando el
rechazo a Madrid como un mantra para desviar la indignación de los catalanes
por la crisis y los recortes sociales. El crecimiento de ERC consiguiente fue
hábilmente manipulado para lograr la estabilidad, siempre gracias unos
independentistas que no acababan de dar el paso para quitar el cetro a Mas. Y
cuando los republicanos se consolidaron en votos, fue el mismo Artur Mas el que
legitimó a la CUP con guiños y gestos paternales, con la idea de debilitar el
movimiento de la izquierda independentista haciendo crecer este flanco
radical. Ahora, cuando la misma CUP con la que iba a sellar el futuro de
Cataluña le da la espalda, Mas intenta hasta una remodelación del Govern en
funciones para sumar a ERC. Lamentable.
PUBLICAT EN UN DIARI DE L'ALTIPLÀ
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