LA NEGOCIACIÓN entre Juntos y Revueltos y la CUP produjo monstruos,
como era de esperar. El increíble hombre menguante explicó la cuestión en
términos simples, ¿en qué otros podría hacerlo? «Lo que las urnas no nos han dado
directamente ha habido que corregirlo a través de la negociación». El
Parlamento de Cataluña materializó un pucherazo (escudella
i carn d'olla): el cambio de los
resultados del 27 de septiembre. JpS ha pasado de tener 62 escaños a 64. Dos
diputados de la CUP seguirán a partir de ahora la disciplina de voto de su
nuevo partido. Dos antisistema se pasaron con el escaño puesto a un grupo distinto
de aquel con el que se los habían ganado con los votos ciudadanos.
Otros dos parlamentarios tendrán que dimitir, por díscolos. Sin voto
revocatorio, que diría Iglesias, sin que sus votantes hayan podido expresarse
sobre el tema, sin convocar una de esas vistosas asambleas de empate a 1.515.
Urge la introducción de la segunda vuelta en el sistema electoral español para
impedir chapuzas como estas.
El tercero por Gerona empezó aplaudiendo la «dignidad» (sic) del cuarto por Barcelona, no hay quién
dé más. Ya tenía uno acuñada la locución del futuro: «Ser más tonto que Mas, que
se dejó quitar tres veces la merienda y las tres se la quitaron los mismos».
Tras la tercera vez, los robameriendas de ERC no han demostrado ser mucho más
listos. En 2003, la Esquerra se la robó para dársela a
Maragall, habiendo sido Mas el candidato más votado. En 2006 y en la misma
lógica, ERC volvió a ¡y se la dio a Montilla! Uno creía, y aquí está su error,
que en 2015 iban a repetir la jugada para quedársela por fin ellos mismos,
hacer presidente a Junqueras, ese Alain Delon con ADN francés. Han optado en
cambio por un convergente montaraz por partida doble en su apellido, Carlos Puigdemont, un símbolo claro de la huida de la ciudad
en busca de lo rural, agreste y arriscado. Junts pel Sí podría pasar a
llamarse
La
Montaña, como el grupo de Danton, Marat y Robespierre en
la Asamblea de la Revolución francesa, no diré más.
Yo habría
preferido a Gabriel Rufián, las cosas como son. No fue posible porque lo enviaron
al Congreso en lugar de presentarlo al Parlamento catalán, pero haber investido
a un
honorable Rufián habría constituido un acto de
justicia literaria indiscutible en la Cataluña de hoy, qué descripción.
Puig de
Mont, Monte, del Monte, es el que mejor representa a la Cataluña irredenta, ul ultramontana
ya desde el nombre de su primer mandatario, que hace tres años remató un
discurso en la ANC con la cita de un abuelo, el de la biógrafa Rahola: «Los
invasores serán expulsados de Cataluña, como lo fueron en Bélgica». El
candidato se ratificó. Dos errores: haber considerado que la burricie no es
compatible con la condición de fusilado por Franco. Carles Rahola fue uno de tantos catalanes que consideran que la
Guerra Civil no fue tal en Cataluña, sino una invasión de fascistas. Puigdemont
siguió en lo mismo: la creencia que el fascismo es un mal castellano, ausente
del corazón de los catalanes. No se habrá asomado a la hemeroteca de La
Vanguardia.
El
honorable ultramontano anuncia su intención de seguir por la vía legalmente
cegada del 9-N. Una ventaja tiene el estado actual de la cuestión. Al
presidente del Gobierno, aun en funciones, sólo le queda el camino que anunció
anoche, aplicar la ley cuando se conculque, porque el Estado está y debe estar
en plena vigencia. Y Sánchez va a tener su mayoría como su diálogo, un poco más difícil.
SANTIAGO GONZALEZ
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