El esperpento no ha acabado todavía. Ya ha dicho Oriol Junqueras que quedan cinco días,
contando el de hoy, para evitar lo que a él le parece un riesgo grave, y vaya
si lo es para sus propósitos: la convocatoria de nuevas elecciones en
Cataluña. Efectivamente, el peligro cierto que corren quienes han encabezado
el delirio independentista es que la población se quede en su casa el día de
las urnas. Porque lo que nadie discutirá a estas alturas es que la gente está
harta de tanta convocatoria «histórica» y estragada de tanto llamamiento a
viajar a Itaca después de haber comprobado que todo lo que han hecho hasta
ahora no ha sido sino avanzar en un lodazal de crisis sucesivas, de
incertidumbres y de humillaciones sin cuento a cargo de la más alta de sus
instituciones, que es la Generalitat, ocupada por quien se ha convertido en
una piltrafa política mendicante y finalmente despreciada.
Con ese panorama, que sólo los muy entusiastas y los definitivamente
ciegos pueden ser incapaces de apreciar, no tendría nada de raro que la
participación en estas re-elecciones bajara varios puntos. Y, si ya en pleno
éxtasis del independentismo ante la trola de la Tierra Prometida, sus adalides
no lograron arrancar de los votantes catalanes ni siquiera el 48% del apoyo,
ya se puede hacer Junqueras una idea de lo que van a poder sacar de ese pozo en
unas elecciones repetidas y después del lamentable espectáculo ofrecido desde
el 27 de septiembre hasta hoy. Es decir, que la opción soberanista quedará
herida de muerte a plazo fijo y no porque sea una opción inviable por ilegal y
contraria a todo Estado de Derecho, que también y desde siempre, sino porque
encima no va a contar ni siquiera con un porcentaje de votos que les evite a
los líderes políticos del procés bajar la cabeza de pura vergüenza para no
volverla a levantar en varias décadas.
Por eso quiere Oriol Junqueras que se siga negociando durante los
días que aún quedan, porque sabe que su apuesta está inexorablemente destinada
a fracasar si se llega al día 10 sin un acuerdo que intente salvar los muebles
que aún quedan de lo que es ya un naufragio en toda regla. Y eso a pesar de
que es consciente de que él sería el más beneficiado electoralmente de unos
comicios en los que no cabe ninguna duda de que ERC acudiría sola, libre ya de
su vínculo letal con una Convergéncia cuyo único destino es la muerte por
consunción.
Pero Junqueras guarda otra carta en la manga que ayer, en su
comparecencia ante la prensa, procuró mantener oculta, aunque le es imposible
guardarla porque todo el mundo la conoce: la posibilidad de que el acuerdo de
último minuto por el que clama con vehemencia sea su ascensión como candidato a
la Presidencia de la Generalitat. Ése es el escenario que más le conviene a él
y a su partido y que no debemos descartar antes de que Artur Mas, o la sombra del que fue, hable hoy y
desvele sus planes inmediatos. Si Mas se retira, la jugada le habrá salido a
pedir de boca a Junqueras porque se habrá quitado de encima sin despeinarse a
quien es un peso muerto políticamente, cercado por la corrupción y por los
tribunales, y se le abrirán las puertas para intentar sacar adelante la
maltrecha apuesta soberanista. Y aquí ya daría lo mismo que fuera él el
propuesto o lo fuera Romeva porque
el poder efectivo lo ejercería el líder de ERC, a quien las exigencias de los
ultra izquierdistas de la CUP le resultan mucho más digeribles -a él y a sus
votantes- de lo que lo
eran para la base tradicional de la antigua CiU, en las antípodas ideológicas
de ese partido antisistema.
Así que atentos porque, aunque parezca mentira, el show no ha
terminado todavía.
VICTORIA PREGO
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada