EN
LOS TRES últimos meses, la presión del entorno de Convergencia -sobre todo,
pero no solo, en las redes sociales- sobre la CUP para que ese partido aceptara
cederle a Artur Mas los dos votos que necesita para la investidura ha sido
asfixiante. Pero no ha constituido ninguna novedad: en el partido son
verdaderos maestros desde hace mucho tiempo en imponer sus tesis a través de
los medios de comunicación y otras vías.
Resulta,
sin embargo, que esta vez no ha funcionado. La CUP ha sufrido una verdadera
convulsión interna, e incluso ha visto cómo su jefe de filas en las últimas
elecciones, Antonio Baños, ha dejado su escaño porque Junts pel Sí le había
convencido de la necesidad de investir a Mas. Pero finalmente los antisistema
han mantenido su promesa electoral, y con esa decisión han trasladado la
presión, aunque sea sólo por unos días, al president en funciones.
La
presión es ahora para Mas, y se centra en pedirle que deje paso a otro
candidato para evitar unas elecciones anticipadas que todo el independentismo
ve como un obstáculo. Al president no le gusta nada la situación, que
transmite a la población la idea de que se aferra a la poltrona e impide el
avance del llamado proceso independen tista. Ésa es una idea difícil de
combatir, y por eso estuvo tan brusco en su discurso del martes.
En
cualquier caso, todos dan ya por hecho que habrá elecciones, y estos
movimientos son la primera toma de posición de los partidos.
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