Pasará a la historia por no haber sido el President de todos los
ciudadanos de Cataluña durante todos los años que estuvo en el poder, sino de
menos de un 50%, le guste o no a él, a sus acólitos, a la prensa que le ha
apoyado y a los de Juntos (hacia el precipicio).
Tras haber fomentado la crispación de los catalanes entre sí, así como
con el resto de los españoles, tras haber discriminado a los charnegos,
mofándose de los conocimientos lingüísticos
de los hijos de trabajadores andaluces y extremeños, tras haber
llevado a Cataluña al borde de la ruina, con miles de millones de deuda, tras
haber hecho el ridículo durante semanas y llegado el momento de lo que todo el
mundo esperaba dentro de la crónica de una dimisión anunciada, no ha sabido,
una vez más, estar a la altura de las circunstancias.
No ha empleado la palabra dimisión. Hubiera bastado un: «Srs.,
dimito», para mostrar la grandeza que no tiene y dignificar al cargo que
ostentaba. Aunque le «han dimitido», se resiste a aceptar que es un cadáver político,
repitiendo varias veces que «da un paso al lado», para apresurarse a decir
que no deja la política, afirmando que no quiere cargos, pero dejando caer que
queda a disposición del nuevo presidente y del nuevo gobierno (¿y si se inventan
o, quizá, estuviera ya apalabrado algo así como un President honorífico?) y, remata su gran actuación
con un «no renuncio a poder volver a presentarme (a Presidente de la Generalidad)
de cara al futuro». No hay más ciego...
Juan Fernández Sánchez.
Stuttgart (Alemania).
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