dijous, 31 de març del 2016

2592-JUAN III, JUAN CARLOS I Y FELIPE VI

EL DICTADOR Franco le distinguió con un odio africano. Ordenó que se le silen­ciara en los medios de comunicación. Alentó a los falangistas de la Secretaría General del Movimiento a que le calum­niaran. Se complació en minusvalorarle. Le dedicó insidias sin número. No le podía soportar. Le irritaba su imagen en las de­mocracias occidentales, su talante liberal y conciliador, sus relaciones con los diri­gentes de la época, sus constantes viajes por el mundo, cuando al dictador le era imposible salir de España.
Se entrevistó Franco con Don Juan en tres ocasiones para decidir las distintas etapas en los estudios del Príncipe de As­turias. En la última cometió el dictador la desfachatez de alterar el comunicado con­junto. Cuando tenía ya amarrada la suce­sión, vejó a Don Juan consumando asun­to de tan alta importancia con una carta infumable. El 16 de julio de 1969 estaba yo en Estoril, en el despacho del Rey en el exilio. Me pidió que abriera el sobre y que le leyera la carta. Así lo hice. Con secas pa­labras protocolarias, Franco le comunica­ba que había decidido nombrar sucesor a título de Rey a su hijo Don Juan Carlos.
¡Qué cabrón! -musitó Don Juan sentado en el viejo sillón en el que se acomodaba para recibir audiencias. Conté la escena en Don Juan, el libro que él me pidió que escri­biera, diciendo toda la verdad sobre su vida política por muy molestos que resultaran al­gunos pasajes para él o para los suyos.
Construyó el dictador Franco, que se ti­tulaba «caudillo de España por la gracia de Dios», una Monarquía, la del Movimiento Nacional, que era un remedo de algunas Monarquías árabes. Frente a ella, Don Juan defendía una Monarquía parlamentaria, co­mo la danesa o la noruega, una Monarquía de todos, que cumpliera un objetivo esen­cial: devolver al pueblo español la sobera­nía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil.
Torcuato Fernández-Miranda, que fue preterido por Franco tras el asesinato de Carrero Blanco, al nombrar a Carlos Arias Navarro presidente del Gobierno, se sumó en última instancia a la Monarquía que de­fendía Don Juan desde el exilio. La Transi­ción asumió, frente a los dictados de Fran­co, la Monarquía propugnada por Don Juan desde que su padre el Rey Alfonso XIII ab­dicó en él la Corona en enero de 1941.
Se atrajo, en fin, Don Juan a toda la oposición democrática y eso hizo posible que, sin traumas ni violencias, Don Juan Carlos pudiera conseguir la hazaña histó­rica de pasar de una dictadura de 40 años, personificada por el caudillo amigo de Hitler y Mussolini, a una democracia plu­ralista plena. El Rey, que tenía la fuerza del Ejército; el cardenal Tarancón, que tenía la fuerza de la Iglesia; Marcelino Camacho, que tenía la fuerza obrera, y Felipe Gonzá­lez, que tenía la fuerza de los votos, fueron los cuatro hombres clave para que se construyera en la Transición el régimen que ha dado a España largos años de liber­tad, de prosperidad y de justicia social, continuados ahora por la prudencia y la seriedad de Felipe VI.
Veintitrés años después de su muerte, el 1 de abril de 1993, mientras las estatuas del dictador Franco han sido desmonta­das, la que se levantó por suscripción pú­blica en homenaje a Don Juan se alza en una de las plazas más bellas del Madrid moderno. La Historia, en fin, ha termina­do poniendo a cada uno en su sitio.
Luis María Anson

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