dissabte, 4 de juliol del 2015

1827-El fracaso de Mas provoca el desplome del independentísimo en Cataluña

ARTUR MAS decidió hace cuatro años romper unilateralmente la tradicional postura conciliadora del na­cionalismo conservador. Abandonó el anhelo refor­mista dentro del marco constitucional y se deslizó por una pendiente demagógica y radical que enardeció el sustrato de las corrientes soberanistas en Cataluña. El soufflé comenzó a hincharse cuando el líder conver­gente blandió el «derecho a decidir» de los catalanes después de que Rajoy se negara a negociar el pacto fis­cal, y terminó de estallar cuando, tras el batacazo su­frido por Mas en las elecciones de 2012, éste se lanzó junto a ERC a defender un Estado propio para Cata­luña. Esta alquimia social recibió ayer un duro golpe. El Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), de­pendiente de la Generalitat, reveló que los par­tidarios del no a la independencia han am­pliado su ventaja desde febrero en siete puntos respecto a quienes defienden el sí. Lanzarse al monte, pues, no sólo ha sido una irresponsabi­lidad por parte de Mas, sino que constituye una estrategia desastrosa que provocará el fracaso de quienes abanderan la ilusoria quimera soberanista, al tiempo que ha postrado a Cataluña en un escenario marcado por la división y el frentismo.
Las masivas manifestaciones con motivo de las últi­mas Diades y el despliegue mediático del independentismo han pretendido crear la imagen de una mayoría social soberanista en esta comunidad. El CEO con­cluye que el 50% de los catalanes consultados rechaza que Cataluña se convierta en un Estado independiente, frente al 42,9% que sí lo apoya. De cara a las próximas autonómicas, que Mas plantea como unas plebiscita­rias, CiU y ERC empatan, aunque el sondeo aún no re­fleja el impacto de la separación de Convergéncia con Unió. Tanto el desplome del independentismo como la falta de sintonía entre Mas y Junqueras para presentar una lista única el 27-S evidencian las grietas en el soberanismo. «En política puedes hacer de todo, menos el ridículo». El aserto que pronunció Tarradellas en los albores de la Transición bien podría aplicárselo Mas si no quiere acabar solo en su escapada.
El barómetro de la Generalitat acredita también que las formaciones constitucionalistas están siendo capa­ces de atraer a quienes hace medio año se mostraban indecisos ante una hipotética independencia de Cata­luña, y ello pese a la inacción de Rajoy y la ambigüe­dad de algunos partidos que empiezan a rectificar. Es el caso del PSC, lastrado por la polarización del mapa político catalán. Tras perder la mitad de sus votos en las últimas europeas y dilapidar su hegemonía en el cinturón industrial de Barcelona, los so­cialistas catalanes desterraron anteayer el de­recho a decidir que en 2012 abrazó de la mano de Pere Navarro. Es una decisión de profundo calado que se explica por la trascendencia que Pedro Sánchez concede a la posición del PSOE en Cataluña de cara a las próximas elecciones generales, lejos del adanismo de Zapatero y de aventuras como el impulso de Maragall a la reforma del Estatut.

El PSC apoya ahora una reforma constitucional y un referéndum posterior, en línea con el PSOE. Tal movi­miento supone un mazazo para el soberanismo -que siempre suspiró por incorporar al PSC a su desvarío- y hay que enmarcarlo en la exhibición de la bandera na­cional durante la proclamación de Sánchez como can­didato y en la decisión de Chacón de optar a ser cabeza de lista por Barcelona en las generales. El giro dado por el PSC robustece la coherencia de un partido que aspira a presentarse como una alternativa nacional, re­nunciando a competir con el discurso nacionalista, tal como hizo durante los gobiernos tripartitos de Mara­gall y Montilla. Ahora sólo falta que modifique su em­peño en secundar la política de inmersión lingüística.

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