diumenge, 1 de novembre del 2015

2158-CUANDO EL PODER ES MÁS IMPORTANTE QUE LAS CONVICCIONES

UNO DE LOS espectáculos políticos más obs­cenos de los últimos tiempos es el que está protagonizando Artur Mas para continuar al frente de la Generalitat. Ayer se supo que se reunió el pasado lunes con dirigentes de la CUP, a los que pidió su apoyo para ser inves­tido de nuevo presidente.
Mas, un político liberal, hijo de la burguesía catalana y defensor del humanismo cristiano, está dispuesto a aceptar las condiciones de un partido antisistema, que quiere sacar a Catalu­ña del euro, que pregona la nacionalización de empresas y que exige el inicio de un proceso constituyente en abierta rebeldía contra el Es­tado y las leyes.
Con tal de mantenerse en el poder, ya ha des­trozado a su propio partido, cuyas siglas son hoy un descrédito tras el oportunismo de una estra­tegia política que le ha llevado a romper con sus socios tradicionales de Unió para ponerse en manos de ERC y la izquierda anti-sistema.
Pero lo peor de todo es su cinismo al mante­ner que CDC es un «modelo» de financiación cuando surgen abrumadores indicios de que su partido cobraba el 3% en comisiones de obra pública desde la etapa de Pujol y que ha segui­do haciéndolo hasta hace unos meses.
Desbordado por las fuerzas que ha moviliza­do con increíble frivolidad, Mas pretende aho­ra subirse a la cresta de la ola para ser el primer presidente de la República de Cataluña gracias al apoyo de un partido que anteayer amenazó con romper los acuerdos porque los Mossos de­tuvieron a nueve condenados por terrorismo por orden de la Audiencia Nacional.
Éstos son los socios con los que Mas quiere recorrer el camino hacia la independencia y con los que se presenta a Europa y al mundo como un estadista que vela por un pueblo oprimido, que sólo podrá ser libre si logra la independen­cia, como si Cataluña fuera la India de Gandhi.
Artur Mas es el rey de la impostura. Pero pro­bablemente ha medido mal sus fuerzas al apo­yar el nombramiento de una hooligan como es Carme Forcadell para presidir una institución como el Parlament y al aceptar que CDC estam­pe su firma en ese documento en el que se com­promete, además de desobedecer las leyes, a catalanizar la Agencia Tributaria y la Seguridad Social en un mes.
Cinco semanas después de las elecciones, to­davía no sabemos quién va a ser el presidente de este Gobierno de Junts pel  Sí, maniatado por la CUP Artur Mas tiene pocas posibilidades, pe­ro no hay que darlo por descartado, ya que ha demostrado su gran habilidad para maniobrar en situaciones adversas.
Cegado por su ambición personal, de lo que no se da cuenta probablemente es de que presi­dir este nuevo Gobierno se convertiría en un calvario político para él, al tener que aplicar unos principios que le son totalmente ajenos para mantener la mayoría parlamentaria que sólo le garantiza la CUP
El Gobierno de Rajoy se enfrenta a un monu­mental problema en Cataluña, pero mayor to­davía lo va a tener el nuevo presidente de la Ge­neralitat, sea quien sea, ya que deberá conciliar los intereses de las bases conservadoras y católi­cas de CDC con las exi­gencias del ala radical de Junts pel Sí y la CUP que le impulsan a medi­das que horrorizan a la burguesía catalana.

De una forma u otra, Mas va a ser víctima de su incoherencia, como le puede suceder a Pablo Iglesias, que ayer cerró la alianza electoral de Podemos con Ada Co lau, que ha impuesto sus hombres de confianza en los primeros puestos de las listas. Colau apo­ya el independentismo y coincide con la CUP en su desprecio al Estado y las leyes, por lo que Iglesias se arriesga por conseguir unos buenos resultados en Cataluña a sufrir una debacle en el resto de España. La incoherencia puede ser rentable a corto plazo, pero siempre se paga muy caro a largo.

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