«La máxima ventaja de ser catalán es la de poder ser español y así
europeo y así limpio y noble, culto, rico, libre, despierto y feliz»
ENTRE las peores mentiras del texto infame que el
presidente Mas escribió el domingo a los catalanes y al resto de los españoles
había dos insidiosamente relacionadas. La primera era que los catalanes casi
(¡casi!) no podían ser catalanes dentro del Estado. Lo que sea ser catalán
es ciertamente misterioso, y va a gustos. Yo, por ejemplo, encuentro que la
máxima ventaja de ser catalán es la de poder ser español y así europeo y así
limpio y noble, culto, rico, libre, despierto y feliz. Lo de ser catalán en
cualquier sitio queda para los muy aficionados. Pero aún dando a ser catalán
el sentido más aproximadamente nacionalista (yo no lo soy y la twilight
zone me está vedada) no hay duda de que ningún catalán puede
sentirse extranjero en la actual Cataluña española. Pondré un solo ejemplo del
rasgo que todo nacionalista reconoce como dominante del llamado hecho
diferencial, es decir, la lengua: Cataluña es un lugar donde te pueden multar
si no usas el catalán. No es que en Cataluña sea posible vivir en catalán; es
que es lo más recomendable.
La segunda mentira es que cualquier español podrá
vivir sin problemas en el edén secesionado. Debo reconocer que, en el fondo,
esa apreciación del texto infame me ha tranquilizado. Que a uno le garanticen
la vida, y además sin problemas, pas mal, pas mal. Pero, obviamente, la vida a la
que se refiere el nacionalismo perdonavidas es la vida del holandés o del
húngaro. Una estupenda vida de extranjero. La vida de extranjero es
agradabilísima. Su mirada es, con mucha frecuencia, más penetrante y veraz que
la de los autóctonos. La extranjería, sobre todo en lugares donde son más ricos
que tú, es una cíclica aspiración del hombre hecho y derecho. Pero requiere de
una condición: ser elegida. No en vano advierte una frase española sobre la
grave incomodidad de que a uno le den el pasaporte. Como en el caso del ser catalán,
tampoco sé con precisión lo que significa ser español. Pero el rasgo que yo más aprecio y que
me parece inequívoco es esa voluntad de vivir juntos los distintos. España es
una relación. Una trama de afectos, como acertó a escribir, con agudeza y
belleza indiscutibles, el periodista Enric Juliana. El rasgo más específico del
proyecto secesionista es acabar con esa obstinada voluntad de convivencia. De
ahí que el presidente de la Generalidad sea el accionista principal de una
siniestra fábrica de extranjería. Y de ahí que ni la moral ni la democracia
deban someterse a su proyecto.
ARCADI ESPADA
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