El
fantasma del golpismo pervive en España de una manera patológica
Cataluña. Todo será Cataluña hasta, el 27
de septiembre y mucho tiempo después de ese día. España entera está asomada a Cataluña y los dirigentes
políticos y quienes ocupan la cúspide de todas las instituciones del Estado
sienten la necesidad de que sus palabras vayan dirigidas a ese único asunto,
el que tiñe las conversaciones de la calle y los enfoques de las noticias de
los medios de comunicación. Ayer hablaron el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, la
fiscal general del Estado,
Consuelo Madrigal, y el ministro de Defensa, Pedro Morenés. Pero
lo que ha levantado una ola de indignación y escándalo, además de la consabida
mención a las «amenazas» y al «amedrentamiento» por parte del Gobierno a la
población catalana, han sido las palabras del ministro.
Hay que decir de entrada que todo lo que
diga un mando militar sobre cualquier asunto no meramente técnico es recibido
en España con una desconfianza que raya en lo patológico. El fantasma del
golpismo pervive en la conciencia de muchos españoles con una intensidad que
no se corresponde de ninguna manera con el actual perfil de los miembros de las
Fuerzas Armadas de nuestro país, que son tratados, con una miopía y una
torpeza asombrosas, como una amenaza potencial permanente.
De los efectos de esa misma derivada participa
inexorablemente todo ministro español de Defensa, que debería medir sus palabras
hasta la obsesión porque está obligado a saber que cada vez que abra la boca
habrá una multitud de ciudadanos, sobre todo de políticos en período
electoral, que le adjudicarán las más siniestras intenciones.
Ocurre que a Pedro Morenés le preguntaron
sobre si el Ejército intervendría en caso de una hipotética declaración de
independencia de Cataluña, pregunta que incluye una evidente carga explosiva
aún antes de ser respondida. Y a Morenés no se le ocurre otra cosa que terminar
su exhortación a que cada uno cumpla con su deber con la ocurrencia de añadir
que, si eso es así, «no hará falta ningún tipo de actuación como la que usted
está planteando».
Ha sido imprudente Morenés introduciendo
esa coda porque él sabe que todo, absolutamente todo, sirve ahora mismo para
la confrontación política. Pero también es verdad que el ministro de Defensa
no puede ignorar en público lo que la Constitución encomienda, como muchas otras constituciones de países democráticos, a las Fuerza Armadas:
«Garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad
territorial y el ordenamiento constitucional», pero actuando siempre a las
órdenes del Gobierno. Esto también lo dice la Constitución.
Era innecesario, por tanto, ese añadido
de Morenés, que la vicepresidenta
Sáenz de Santamaría se ha encargado rápidamente de precisar: no
existe ninguna perspectiva, ninguna previsión y ninguna intención de encarar
un escenario así. Eso lo saben sobradamente los que han puesto el grito en el
cielo, pero como todo es
bueno pa'l convento, no han desaprovechado la oportunidad que
les ofrecía el ministro. De lo que se deduce que, en tiempos políticamente
delicados, un ministro de Defensa de España lo mejor que puede
hacer es no conceder entrevistas.
Victoria Prego
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