TIENE
razón el fundador de Ciudadanos: lo que pretende Artur Mas, comportándose como
lo hace es «tapar la corrupción con la estelada». Usar las propias culpas para
beneficiarse es una prueba de aprovechamiento redomado. De este episodio tan
feo que ha inventado lo que se deduce es que el presidente de Cataluña de hoy
no merece en absoluto la pena ni de discutir con él. Sólo merece la pena decir
lo que el corazón opina. ¡Pobres catalanes! Deseo que abran los ojos, pero
para ser utilizados: los ojos, no los contribuyentes. Por descontado que en
todas partes hay corruptos; pero lo de Cataluña, me atrevería a decir
Barcelona por señalar la sede del Gobierno y de sus decisiones, ha sido objeto
de una fea trampa. Lo peor de ella es que quedó bien -¡encima!- el gran
tramposo. Para demostrarlo nada como tachar de conspiración una investigación
sobre cobro de comisiones. ¿A quién puede extrañar que su aliado (?) Junqueras
sufra un retroceso de actitud o se ausente de un debate? Era evidente que
hubiese preferido a alguien más serio y ejemplar. Que quien, en nuestra -mala-
suerte, encontró de momento: mal momento. Si somos sinceros nos preguntaremos a
quién pretende engañar Mas. ¿Con qué argumentos, con qué pasado, con qué compañías?
Yo tengo de los catalanes honestos una idea contraria.
ANTONIO GALA
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