El problema es un Gobierno secesionista, de raíz xenófoba y
totalitaria, que nos trata como enemigos
El
pasado 6 de septiembre, en respuesta a una carta de Felipe
González, Artur Mas publicó en
El País un texto que ha sido criticado por su insolvencia
intelectual, bajo nivel lingüístico y nula capacidad argumentativa. Para poner
de relieve la tergiversación de la realidad y de los hechos sobre los que se
asienta todo el relato -con el que trata de justificar el salto mortal del independentismo
hacia la secesión-, basta leer el texto dando la vuelta al espejo, invirtiendo
los términos Cataluña y España, catalanes y españoles, para reflejar la Cataluña
y la España real que Mas y los independentistas tratan de ocultar con su discurso
«estelado». Este es el resultado (pedimos perdón por la sintaxis):
«Para dar lecciones de democracia a los españoles
hay que tener mucha audacia. Pero para despacharse equiparando al Estado
español con el nazismo hay que ser muy poco responsable; tamaña provocación
indica hasta qué punto hemos llegado. Eso es lo más triste del libelo incendiario
que firma todo un presidente de la Generalidad.
Valdría para la ocasión aquello de «a palabras
necias, oídos sordos», qué duda cabe, si no fuera porque no se trata de un
mandatario de un partido de rancio abolengo democrático. Ahí radica lo más
preocupante de la situación: los principales partidos catalanes comparten
discurso y estrategia para con España. La misma receta, la de siempre, sin
tapujos.
España ha amado Cataluña y la sigue amando.
España ha amado la solidaridad y la fraternidad con Cataluña y con Europa. Y en
el caso de España, lo ha hecho a pesar de la ausencia de reciprocidad, procurando,
siempre, fomentar una economía racional y productiva, unas infraestructuras al
servicio de las necesidades económicas, al servicio de la gente, de la
prosperidad, impulsando tenazmente una mejora de las condiciones de vida
fomentada en una sociedad más libre y más justa.
Los españoles han amado la libertad por encima de
todo, con pasión; tanto la han amado que en varias fases de nuestra historia
han pagado un precio muy alto en su defensa. Los españoles (incluidos los
catalanes, por supuesto) han resistido tenazmente dictaduras de todo tipo,
dictaduras que no sólo han intentado sepultar las culturas, las lenguas o el
conjunto de
las instituciones del país.
España (los españoles) ha amado a pesar de no
ser amada, ha ayudado a pesar de no ser ayudada, ha dado mucho y ha recibido
poco o nada, si acaso las migajas cuando no el menosprecio de gobernantes y
Gobiernos. Y pese a ese cúmulo de circunstancias, la democracia -como expresión
mayoritaria contemporánea- ha respondido, una y otra vez, extendiendo la mano
y encauzando todo tipo de despropósitos por parte de Gobiernos y gobernantes.
España ha persistido en ofrecer colaboración y diálogo frente a la imposición
y ha eludido, pese al hartazgo, responder a los agravios acentuando el
desencuentro.
No hay mal que cien años dure ni enfermo que lo
resista. Así no se puede se guir, por el bien de todos. Por eso, deseamos que
eclosione en Cataluña un anhelo de libertad y esperanza, una brisa de aire
fresco que plantee el reto democrático de guir, por el bien de todos. Por eso,
deseamos que eclosione en Cataluña un anhelo de libertad y esperanza, una
brisa de aire fresco que plantee el reto democrático de realidad de una
Cataluña y una España justo al revés de lo que es».
SANTIAGO TRANCÓN PÉREZ
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