NO HAY la menor duda de que el nacionalismo catalán
es insuperable en el arte de la manipulación de las masas. Ayer la Diada se
convirtió en un gran mitin electoral que concluyó con una petición expresa de
voto para las listas independentistas por parte de la oradora que se dirigió a
la multitud al término de la marcha por las calles de la ciudad.
En su alocución, la joven portavoz aludió en repetidas
ocasiones a la «república independiente catalana» que nacerá para crear un
país nuevo, mejor y más justo» tras la victoria de los nacionalistas el próximo
27 de septiembre.
Por la mañana, Artur Mas, que no acudió a la
manifestación, había asegurado que si los nacionalistas logran 68 escaños, el
Parlament proclamará la independencia, aunque el porcentaje de votos sea
inferior al 50% y al margen del nivel de participación. Lo que no dijo es si
dimitirá si no alcanzan ese listón.
Lo que sucedió ayer en Barcelona corrobora que
Artur Mas y los nacionalistas se han apropiado de los símbolos de Cataluña y
los han asimilado como un patrimonio partidista, de suerte que la Diada ha
dejado de ser la fiesta de todos los catalanes para convertirse en día del
partido o, si se prefiere, en un gran mitin electoral.
Como subrayaba ayer la plataforma Libres e Iguales,
Mas ha erigido un enorme muro de exclusión, que deja fuera de la condición de
ciudadanos a quienes no se sienten nacionalistas en Cataluña y no asumen las
señas de identidad del separatismo.
La iconografía del acto no pudo ser
más reveladora de los propósitos del nacionalismo, que identificó ayer los
ideales de la solidaridad, la democracia, la igualdad y la diversidad con los
colores que portaban los manifestantes. ¿Es que acaso quienes no voten la lista
de Junts peí Sí son insensibles a esos valores? Su apropiación demuestra la
falta de respeto y la voluntad de exclusión de quienes no piensan como ellos.
La Diada se convirtió ayer en un
gigantesco acto de propaganda, digno de los Estados totalitarios, con el
altávoz entusiasta de TV3, cuyos comentarios provocaban sonrojo. La cadena no
sólo ha perdido el más elemental sentido de la neutralidad sino que ha pasado
a ofender la inteligencia de quienes observan con distancia lo que está
sucediendo en Cataluña.
En realidad, sus gobernantes han convertido esta
comunidad en un inmenso decorado donde escenifican sus fantasías y sus
pasiones, sin el más mínimo respeto para quienes no comparten su proyecto. Será
imposible para las fuerzas no nacionalistas competir en igualdad de
condiciones en la campaña que acaba de comenzar con este penoso espectáculo.
Si algo quedó claro ayer es que los nacionalistas
han emprendido una huida hacia adelante que no tiene marcha atrás. El 27 de
septiembre se juega mucho en las urnas, por lo que los partidos que defienden
la Constitución tienen que volcarse en las dos semanas que restan hasta los
comicios para movilizar a esa Cataluña silenciosa, cuya voz ha sido acallada
por el griterío de los secesionistas.
EL
MUNDO DEL 12 DE SETEMBRE - EDITORIAL
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