TUVE unas palabras ayer con el diputado Antonio
Baños, la pintoresca clave de bóveda de la gobernabilidad catalana. Baños, un
cínico simpático que al fin ha encontrado trabajo, solo está dispuesto a acatar
las leyes que le parezcan acatables. Se le planteó al diputado la posibilidad
de que la Cup que representa promulgue leyes algún día, hipótesis que le hizo
enrojecer. Que si las acatarían entonces, se le preguntó luego, y tras vacilar
unos instantes dijo que sí, porque la lógica es mucha lógica, incluso sobre los
espíritus más refractarios. Sin embargo, no supo cómo resolver la derivada: «¿Y
una vez promulgadas esas leyes, diputado Baños, qué van a hacer con los que nos
neguemos a acatarlas?».
Baños y sus compañeros se reclaman de
la política radical y no desdeñan que se les califique como políticos
antisistema. Pero en ese género son puros alevines, folklore, colorismo. Una y
otra vez repiten que no acatarán y reciben todo tipo de improperios. Pero
muchos de los que les reprochan su desacatamiento son los mismos que, en la
política y el periodismo, se rasgan las vestiduras, porque un tribunal ha
llamado a declarar al presidente de la Generalidad a causa de un grave delito
de desobediencia. A esa citación la'califican de intento de judicializar la
política, con el mismo temple moral y técnico que podría utilizar el diputado
Baños cuando le pasaran la Constitución por la cara de su declaración unilateral de
independencia.
La política española ha llegado a tal
punto de aberración que a la aplicación del Estado de derecho ya se le llama
judicializar la política. Los presuntos delitos del presidente Mas, el de
desobediencia y los que cuelgan de su árbol envenenado, entre ellos el de
malversación de fondos públicos, son evidentes a juicio del Fiscal. Y el
Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha admitido la querella porque ha
visto indicios suficientes de criminalidad. El único grave reproche que debe
hacerse a los jueces es que, retrasando la instrucción del caso, hayan sometido
a los ciudadanos de Cataluña a la posibilidad de haber votado a un delincuente.
Pero semejante actitud no les pareció nunca a los terceristas un despreciable
modo de interferencia de la política en la judicatura. No hay que engañarse: la
reacción sobreexcitada ante la citación judicial sólo desvela lo que realmente
se busca, que es el desistimiento final de la justicia ante la deslealtad a la
democracia del presidente Mas.
Estos antisistema del tipo mainstream (corriente principal).
ARCADI ESPADA
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