Esto se agranda y se agrava con los días, pero
el todavía presidente de la Generalitat no parece darse por enterado de que el
escándalo le golpea a él directamente y ha optado por endosar a los niveles
inferiores de la Administración catalana la responsabilidad de los numerosos
delitos que se puedan demostrar y que ahora mismo todavía no alcanzan más que
la categoría de indicios, pero indicios de una verosimilitud tal que han
llevado ya a la cárcel a varios responsables de su partido y a otros asociados
en la fechoría.
En un intento que ya resulta patético, el señor
Mas insiste en presentarse como víctima de una operación política organizada
por las oscuras fuerzas del Estado en la que participarían el Gobierno, la
Fiscalía, la Guardia Civil y la Policía Nacional, todos a una, contra él y
contra el
procés que él insiste en seguir encabezando como si no estuviera
pasando nada.
Es inútil recordarle que a su partido y a su
persona no les ocurre nada distinto de lo que le pasó en su día al PSOE con el
caso
Filesa, de lo que le sucede ahora con los casos de los ERE y de
los cursos de formación y de lo que le está pasando al PP, que asiste a la
investigación judicial del caso Gürtel y del caso Rato y se aguantan con las consecuencias.
Artur Mas no, Artur Mas pretende convencer
a la ciudadanía catalana -y lo terrible es que lo consiga- de que la actuación
de la Justicia contra su partido es deliberada y hecha a la medida para
impedir que él siga al frente de la cada vez más embarrada operación
independentista.
El espectáculo de unas fuerzas políticas
empeñadas en sacar adelante, como sea y en las condiciones que sea, ese intento
de separación de España y saliendo a dar la cara por el partido y por el líder
responsables de una gigantesca red de corrupción es tremendo. Especialmente
cuando el portavoz de ERC -una de cuyas militantes denunció en su día el primer
caso de corrupción en un Ayuntamiento, a partir del cual el juez ha tirado del
hilo hasta llegar aquí- sale a defender a Mas y sólo puede recurrir al gesto,
tan democrático, dice él, de querer dar una explicación de toda esta madeja
en el Parlament. Y ya de paso añadir que esto, con la independencia se quita.
Es imposible desentrañar tal grado de confusión
de ideas, conceptos y valores, mezclados de manera tan torpe e interesada.
Como resulta imposible imaginar por qué vericuetos mentales pueden unos
ciudadanos en el correcto uso de sus facultades tragarse el engrudo que les
están sirviendo desde la causa de la secesión, donde circulan juntas la
corrupción más feroz de sus dirigentes con la pureza nivea de la vida pública
de esa «Cataluña libre» profetizada por sus apóstoles pero, eso sí, liderada
por los mismos que ahora se ven detenidos por la Justicia.
Lo que
tenemos delante ahora es la visión todavía muy parcial de un paisaje que, si se
logra desvelar en su totalidad, nos ofrecerá la más grande trama de corrupción
jamás diseñada y puesta en pie bajo una bandera. Lo cuál descalifica de raíz
lo que esa bandera ha estado muchos años intentando tapar:
VICTORIA PREGO
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