divendres, 16 d’octubre del 2015

2112-MAS SE COLOCA POR ENCIMA DE LA LEY Y SE BURLA DE LA JUSTICIA

NADIE QUE viera ayer la chulesca y altanera dis­plicencia de Artur Mas ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya podría creer que esta­mos en un Estado de Derecho con separación de poderes y respeto al principio de legalidad.
Artur Mas llegó al juzgado, jaleado por sus consellers, los líderes de los partidos naciona­listas, cientos de alcaldes con su bastón de mando y varios miles de correligionarios, que intentaron convertir su declaración en un acto' de coacción a la Justicia. Fue un espectáculo in­fame, que demuestra que el todavía presidente de la Generalitat se coloca por encima de la ley y se burla de la Justicia.
Tras las declaraciones el pasado martes de la consellera Irene Rigau y de la ex vicepresiden- ta Joana Ortega, el Tribunal Superior de Justi­cia de Catalunya había advertido que las movi­lizaciones frente a sus puertas eran «ataques di­rectos y sin paliativos a la independencia judi­cial», un comunicado que fue respaldado por el Consejo General del Poder Judicial. Ayer volvió a suceder lo mismo corregido y aumentado.
¿Acaso no sabia Artur Mas que desobedecer una resolución del Tribunal Constitucional es un delito? Pues bien, tras negarse a responder a las preguntas del Fiscal y la acusación particular, Mas declaró ante los medios de comunicación que el proceso es un montaje del Estado, que ac­túa por «rabia» y por afán de venganza contra él.
En su comparecencia ante el instructor, Mas afirmó que él asumía toda la responsabilidad política de la convocatoria de la consulta, pero que no participó en la ejecución, que fue lleva­da a cabo por voluntarios que actuaban al mar­gen de la Generalitat.
Su versión es sencillamente increíble porque, según las declaraciones de al menos dos direc­tores de centros escolares que constan en el su­mario, altos cargos del Departament d'Ense- nyament les instaron a que cedieran las llaves para poder celebrar la consulta. No sólo eso, la Generalitat pagó y les proporcionó ordenado­res, urnas y papeletas para que fuera posible la votación prohibida por el Constitucional.
Mas cuestionó la independencia del fiscal al presentarle como un mero instrumento del Go­bierno, a lo cual reaccionó el representante del Ministerio Público recordándole que él estaba allí como imputado en un procedimiento judicial.
Mas fue interrogado también sobre por qué la Generalitat mantuvo abierta la web informa­tiva de la consulta tras conocer el fallo del Constitucional, a lo que respondió que él no era experto en informática, una respuesta en la me­jor tradición del método Ollendorf.
Habría que remontarse a la nefasta jornada en 2003 del ingreso de Barrionuevo y Vera en la cár­cel de Guadalajara con Felipe González y la pla­na mayor socialista a las puertas del centro para encontrar un dia tan infamante para la Justicia. Incluso lo que pasó ayer en Barcelona fue más grave, ya que se trata de un evidente intento de coaccionar a los jueces que instruyen el proceso.
Pero no es la primera línea roja que cruza Artur Mas ni la primera vez que desobedece a la Justicia. La propia convocatoria de las elec­ciones como un plebiscito era un desafío a la legalidad vigente. Pero Mas juega siempre a dos bandas, procurándose cubrir de sus incum­plimientos legales con una calculada ambigüe­dad, como hizo ayer al acudir a declarar mien­tras convertía el acto en un auténtico escarnio de la Justicia. Sin ir más lejos, el pasado mar­tes, mientras comparecía Irene Rigau en la misma instancia judicial, él no acudía a solida­rizarse con su colaboradora porque a esa hora recibía al Rey en un acto oficial.
Mas ha demostrado su gran habilidad políti­ca para sacar partido del procedimiento judicial abierto por una querella de la Fiscalía, que está intentando convertir en un agravio contra Cata­luña y en una oportuni­dad para seguir al frente de la Generalitat.
Algunos de los que le vitoreaban ayer eran los mismos que cerca­ron el Parlament hace cuatro años, del cual tuvo que salir en heli­cóptero y bajo protec­ción policial.
En el momento más bajo de su carrera y tras los malos resultados co­sechados en las recientes elecciones, Artur Mas emerge nuevamente como líder en Cataluña gra­cias al triste e indigno espectáculo que organizó ayer, bochornoso para cualquier persona con sen­sibilidad democrática.

El presidente de la Generalitat quedó retrata­do de nuevo como un oportunista y como un gobernante que maneja la calle contra la ley. Sólo en una república bananera es posible que un alto cargo del Estado desprecie la legalidad y se arrogue el derecho de dar lecciones a un tribunal. Pero en Cataluña desgraciadamente esto ya no sorprende.

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